BENIN: Abomey, una de las ciudades históricas más importantes de África Occidental

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diciembre 6, 2023

La ciudad que hoy se conoce como Abomey y que se encuentra en el centro-sur de Benín fue la capital del antiguo reino de Dahomey, uno de los reinos más importantes de la historia de África Occidental. Este reino se estableció en estas tierras en 1625 por la tribu Fon. Rápidamente, se convirtió en uno de los reinos más poderosos, tanto a nivel militar como a nivel comercial, siendo uno de los actores principales en el comercio de esclavos donde capturaban a personas de otros grupos tribales como prisioneros y les vendían a las potencias europeas destino al Nuevo Mundo.

El reino de Dahomey se expandió rápidamente por el actual Benín, Togo y Nigeria; y eran temidos por los diferentes grupos tribales que se refugiaban en las montañas como la tribu Taneka (si quieres saber más, puedes clicar aquí), o la etnia Holi (si quieres saber más, clica aquí). Un total de 13 reyes gobernaron en Dahomey, donde encontramos uno de los ejércitos de mujeres más populares de la historia de la Humanidad conocidas como «las Amazonas de Dahomey». No fue hasta el año 1892, casi 300 años después de su fundación, que el reino fue derrotado por los franceses, pasando a ser después una colonia del país europeo hasta que consiguió su independencia en 1960 con el nombre, primero, de República de Dahomey; y, quince años después, con el nombre de Benín.

El reino de Dahomey era y es un lugar donde se practica el vudú. De hecho, Benín es el único país del mundo donde el vudú es declarado religión oficial, y son muchos los que practican esta religión. Este es uno de los rasgos característicos de la ciudad y, por ello, seguramente durante tu visita también tendrás la oportunidad de acceder a alguna festividad del vudú, una religión de la que tenemos una imagen muy tenebrosa pero que no deja de ser una manera de creer y conectarse con sus ancestros y la naturaleza.

Hoy en día, en Abomey, podrás ver los restos de los palacios reales de este reino, que son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; y vivir de más cerca la religión vudú, visitando alguno de sus mercados de fetiches y asistir a algunas de sus celebraciones. Visitar la historia de uno de los puntos neurálgicos más importantes de la historia africana del Golfo de Guinea y, además, ver las tradiciones de una de las religiones más misteriosas del mundo son los principales motivos por los que no puedes dejar de visitar Abomey durante tu viaje a Benín. 

¿Cómo llegar?

Abomey es una de las principales ciudades del país. Hay diferentes medios de transporte que conectan esta ciudad con Cotonou o Porto Novo vía Bohicon (situado a 9 kilómetros al este de Abomey). Por ejemplo, si vienes de Cotonou, la distancia entre las dos ciudades es de 140 kilómetros, con un tiempo aproximado de 2-3 horas de trayecto. Si vienes de Porto Novo, la distancia es de 110 kilómetros que también harás en 2-3 horas de trayecto.

Si vienes del norte, como Dassa, puedes llegar a Abomey por la carretera principal donde encontrarás mucho tráfico de camiones. De Dassa a Abomey hay un trayecto de 86 kilómetros que harás aproximadamente en 2 horas. Por lo tanto, Abomey es una ciudad que está muy bien conectada por las diferentes carreteras que pasan por el centro de Bohicon, así como los diferentes medios de transporte público que llegan (taxis compartidos o autobuses).

¿Cómo organizar tu viaje por Abomey?

Nosotros viajamos a Abomey con Euloge de Loana Travel. Para quien no lo conozca, Euloge es una persona muy maja que habla español y que es de Benín. Tiene una agencia que organiza viajes por diferentes países del Golfo de Guinea, y cuando lo escribimos para preguntar información, nos dijo que quería viajar con nosotros para mostrarnos la riqueza cultural que tiene Benín. Una persona excelente y profesional que tiene una empresa de agencia de viajes local muy interesante. Para aquellos que queráis contactar con él, podéis ver su web aquí o enviar un Whatsapp directamente al +22994753719.

Abomey también se puede visitar por libre, pero tendrás que tener en cuenta que te será mucho más difícil localizar ciertos lugares donde hagan rituales vudús, ya que suelen ser bastante cerrados al turismo. Con un guía local como Euloge, te será mucho más fácil moverte por los diferentes rincones culturales de la ciudad y entender todos los rituales de la tradición del vudú.

¿Qué hacer en Abomey?

La ciudad de Abomey es el centro neurálgico de una zona donde podrás realizar muchas actividades, entre las que destacamos:

– Visitar los palacios reales de Dahomey, considerados Patrimonio Mundial de la Humanidad

Los palacios reales, que tenían un área de 47 hectáreas aproximadamente, consistían en una construcción por cada rey que estuvo en el poder del reino de Dahomey. A pesar de haber 13 reyes, sólo se construyeron 12 palacios aquí porque el rey Akaba decidió no construir su palacio en este espacio. En los palacios reales de Abomey, podrás ver muros, con partes interiores donde podrás ver diferentes herramientas y utensilios de cada realme, así como también, instrumentos musicales y el trono del rey Ghézo. Además, en el patio de los palacios también podrás encontrar diferentes vendedores que te enseñarán las artesanías que elaboran a mano y que te puedes llevar como recuerdo de Abomey.

La leyenda sobre esta región explica que Abigboma, la hija del rey Tado, un pequeño reino del actual Togo, fue secuestrada por una pantera con quien tuvo dos hijos. Uno de ellos era el rey Kopon de Allada, que tuvo tres hijos: Meji, Té Agbanlin y Gangnihessou. Cuando llegó la hora de la sucesión del rey, comenzaron los problemas entre los hermanos y finalmente fue Meji quien sucedió a su padre. Té Agbanlin se fue hacia el sur, en la región que hoy se conoce como Porto Novo; y Gangnihessou se estableció en Dahomey. Justamente, Gangnihessou es considerado el primer rey del reino de Dahomey.

El reino de Dahomey lo presidieron 13 reyes, de quienes destaca Aho (el tercer rey y quien sentó las bases de la fortaleza de Dahomey), Agadja (el rey que incorporó las «Amazonas de Dahomey» a su equipo militar), Ghézo (uno de los reyes más importantes que solucionó las crisis que tenían con otros realmes vecinos como los de Nigeria),  Glélé o Behanzin, un rey que se exilió ya que nunca se quiso rendir ante los franceses. De hecho, este fue el penúltimo rey que los franceses llevaron a Martinica a donde murió en 1906. Behanzin decidió quemar los palacios antes de entregar los secretos del reino de Dahomey a los franceses. Finalmente, después de Behanzin, encontramos a Agoli, el último rey del reino Dahomey que era sólo una figura simbólica ya que la mayor parte del país ya estaba colonizado por los franceses.

Los Palacios Reales de Abomey son Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO debido a su importancia en el comercio de esclavos del Golfo de Guinea y a su dinastía monárquica que duró casi 300 años y que establecieron uno de los reinos más poderosos de la historia africana. Para acceder al recinto, tendrás que pagar 5.000 CFA por persona. Visitar los restos que quedan de este imperio es una de las actividades que no te puedes perder durante tu viaje a Benín.

– Conocer la historia del ejército de mujeres de las Amazonas de Dahomey

Las Amazonas de Dahomey fueron uno de los ejércitos de mujeres más importantes de toda la historia mundial. Fueron creadas en el Reino de Dahomey durante la presencia del rey Agadja (1708-1740) ya que no había demasiados hombres, y fueron un ejército totalmente fiel al rey. De todas maneras, no fue durante el reinado de Ghézo (1818-1858) y Glélé (1858-1889) cuando el ejército alcanzó su apogeo.

Eran conocidas por su valentía y su fuerza a la hora de luchar. Se explica que estas mujeres guerreras eran capaces de matar a un elefante y creaban un auténtico terror entre los pueblos vecinos. Se dice que no dudaban en decapitar a sus enemigos y beberse su sangre. Durante el siglo XIX, se fueron convirtiendo en un ejército de élite y eran consideradas como esposas del rey. En el centro de Cotonou, encontrarás una estatua de 30 metros de la Amazona como símbolo de la identidad nacional y parte clave de la historia de este país.

Las mujeres guerreras del Reino de Dahomey recibían el nombre de Amazonas en referencia a las antiguas guerreras de la mitología griega, las Amazonas. La asociación con las Amazonas de la mitología griega se hizo debido a las semejanzas percibidas entre estas mujeres guerreras africanas y las legendarias guerreras amazonas de la cultura griega. Las Amazonas de la mitología griega eran una tribu de guerreras legendarias, conocidas por su valentía y habilidades en la lucha. Según la mitología, las Amazonas eran un pueblo exclusivamente femenino que vivía en la región del Mar Negro y luchaba con destreza en batallas y guerras.

Cuando los europeos entraron en contacto con el Reino de Dahomey y conocieron la existencia de las mujeres guerreras en la región, observaron sus habilidades militares y su estatus especial en la sociedad. Dado que estas mujeres eran una unidad militar exclusivamente femenina y se destacaban por su valentía en el campo de batalla, los europeos comenzaron a llamarlas «Amazonas» en referencia a las guerreras legendarias de la mitología griega.

El uso del término «Amazonas» para referirse a estas mujeres guerreras ha perdurado en la historia y la cultura popular, convirtiéndose en un símbolo icónico de la valentía y la autonomía femenina en la región de África Occidental. Para más información sobre este ejército, podéis leer este artículo de National Geographic.

– Descubrir el templo del Camaleón, un edificio muy curioso de ver

Durante nuestra visita a Abomey que hicimos con Euloge, pudimos acceder a un templo en forma de camaleón donde celebraban un pequeño ritual dentro. Este templo se encuentra en las afueras de la ciudad y está situado justo al lado del Palacio Tohuiyo Agbale.

Para llegar, os recomendamos que pongáis las siguientes coordenadas en vuestro navegador (7.14848, 2.03230). Este templo es un lugar desconocido, por lo tanto, es probable que no encontréis a nadie. Quizás tengáis que dar un pequeño importe a la persona que vigila el santuario. Nosotros éramos 3 personas y dimos 1.000 CFA. Dentro del templo, en aquel momento, se llevaba a cabo una pequeña celebración.

Ver este edificio en forma de camaleón desde fuera es impresionante. Incluso, podrás subir arriba a través de unas pequeñas escaleras que se encuentran localizadas en la parte de atrás. No habíamos visto nunca un templo en forma de animal como este, así que si tenéis tiempo en Abomey, os aconsejamos que lo vais a visitar.

Para la religión vudú, el camaleón tiene diferentes significados. Por ejemplo, se considera que este animal representa la conexión entre el mundo material y el mundo espiritual ya que cambia de color y se adapta al entorno. De esta manera, con el camaleón te podrás comunicar con el otro mundo. Además, también se cree que el camaleón tiene ciertos poderes mágicos para proteger a las personas de energías negativas o malas influencias.

Junto al templo, encontraréis este palacio que está cerrado pero que en las paredes del muro tiene diferentes elementos decorativos donde podrás entender mejor toda la cultura e historia del reino de Dahomey y de Benín.

– Si tienes suerte, asistir a alguna celebración tradicional vudú

El origen del vudú se encuentra en África Occidental. Se trata de una religión milenaria, de más de 10.000 años y que es el legado de las etnias Ewe, Kabye, Mina y Fon. Vudú significa espíritu y alma con el idioma fon. Una de sus creencias es el contacto con los espíritus de los antepasados y, por ello, utilizan danzas, objetos, tambores y rituales. Cuando los colonizadores europeos llegaron a esta parte del continente africano, decidieron prohibir todo lo relacionado con objetos y rituales y los catalogaron como «magia negra», nombre que ha llegado hoy en día al mundo occidental.

Esta religión se extendió a América a partir del comercio de esclavos africanos hacia el nuevo continente. Se trata de una religión animista y politeísta, es decir, creen en diferentes divinidades relacionadas con diversos aspectos de la naturaleza y que tienen sus propios rituales. A pesar de esta imagen peyorativa, el vudú es una religión con muchos seguidores en Benín que buscan el contacto con sus ancestros, y creen en soluciones dadas por los chamanes con el fin de curar enfermedades, fetiches que funcionan como amuletos ante ciertas adversidades y rituales para contactar y hablar con sus antepasados y la naturaleza.

Por eso, durante tu visita a Abomey, la que fue capital del reino de Dahomey, es probable que coincidas con algún ritual vudú, una actividad muy sorprendente cultural y tradicionalmente. Nosotros, por ejemplo, pudimos ver una danza de iniciación de nuevos adeptos al vudú para venerar al Dios Zakpata.

Este ritual empieza al mediodía, cuando los nuevos adeptos bailan a ritmos de los tambores, con collares y el cuerpo casi desnudo para purificarse con agua y quedar bien limpios de espíritu. Después, por la noche, se realiza la celebración principal. Algunos les hacen pasar una noche en un bosque sagrado y otros, como el que vimos, simbolizan la tradición de sus ancestros con una obra representativa como la caza.

Con el ritmo de los tambores y todo el pueblo en la celebración (las mujeres que ya son adeptos se pueden ver gracias a su pañuelo blanco en la cabeza), el ritual empieza preparando el terreno, donde pondrán unas hojas y encima los animales que se han cazado y que son un don de los dioses porque les ha facilitado la caza. Los animales están medio muertos, pero todavía respiran y entonces una mujer, que simboliza como un ángel, hace de mensajera entre los animales y los dioses. Se pone sobre ellos y les habla al oído para dar un mensaje de que su muerte y su caza no es un hecho malo.

Después de esta primera parte, salen los nuevos adeptos acompañados de diferentes jefes espirituales. Salen caminando como si fueran cazadores y entran en tránsito con los dioses a partir de la música de los tambores y de diferentes giros sobre ellos mismos que realizan. La gente los va animando y alentando para que lleguen al contacto con los dioses. Los adeptos están con el cuerpo desnudo de la parte de arriba y acechados con aceite de palma, y con falda en la parte de abajo y todo el mundo va descalzo por el terreno de la ceremonia. Llevan una línea en la cabeza blanca hecha con yeso y agua para simbolizar que son los nuevos adeptos.

Cuando realizan los bailes, algunos familiares les tiran dinero como símbolo de alegría por ser miembros del templo vudú. Tras la presentación de los nuevos adeptos, las cabezas espirituales cogen a los animales y les enseñan al público y los matan haciendo golpes en el suelo y ofreciendo el animal a los dioses. Son escenas realmente duras de ver. Aquí las personas que hacen el ritual se convierten en medio animales. Actúan de forma salvaje, codeándose con la cabra, cogiéndola con los dientes, y mostrándole a la gente donde algunos bendicen la cabra como un regalo de los dioses. Simboliza el poder de la caza, y esta tradición también la hacían antes con los enemigos, que los mostraban ante todos y los mataban con el fin de mostrar el premio y enseñar que eran un pueblo guerrero.

Estas cabras, una vez acabado el ritual, irán a parar en diferentes lugares del templo como compartición del premio que los dioses han puesto por delante. Y con esta celebración, estos nuevos adeptos de este templo ya se habrán iniciado en el vudú.

Asistir a una celebración vudú en Benín es uno de las actividades que sólo podrás ver en este país. Por lo tanto, a pesar de ver escenas surrealistas e inimaginables, pensamos que puede ser una buena actividad para comprender mejor la tradición y la religión de este país. Ver el porqué lo hacen y con qué finalidad nos ayudará a sacar prejuicios de esta religión que muchas veces concebimos, como hicieron los colonizadores, como «magia negra».

– Visitar el mercado de las almas de Bohicon, uno de los mercado vudú icónicos del país

Como hemos comentado en el punto anterior, el vudú es una religión oficial en Benín. Por ello, en algunos de sus mercados encontrarás zonas donde venden fetiches para usar como amuletos o utilizar durante los diferentes rituales. Podríamos decir que serían como las farmacias, donde los adeptos al vudú van a buscar las recetas con el fin de conectarse con sus ancestros y cumplir con las indicaciones de los chamanes.

En Abomey, uno de los mercados más importantes que encontrarás en relación al vudú es el mercado de las almas que se encuentra en Bohicon, a 9 kilómetros al este de la ciudad. Allí, podrás ver diferentes paradas con objetos bastante extravagantes. Podrás encontrar cabezas de mono, cabezas de cocodrilos, cabezas de guepardo, pieles, pájaros, lagartos, serpientes, especias en peligro de extinción… y todo lo que puedas imaginar.

Para acceder a ella, te recomendamos que no vayas con la cámara, ya que son lugares muy susceptibles a los turistas y si te ven hacer alguna foto, seguramente tendrás algunos problemas. Las fotos que hicimos nosotros fue después de preguntar y hacer una actividad donde, por una cantidad de 100 CFA, te leían el futuro y te hacían un pequeño ritual.

¿Dónde dormir en Abomey?

Abomey es una ciudad donde encontrarás diferentes opciones de alojamiento. Entre ellas, destacamos:

Auberge d’Abomey: Este fue nuestro alojamiento durante las dos noches que pasamos en Abomey. Se trata de un hotel situado en una zona verde y tranquila, con diferentes habitaciones que dan a unos jardines y muy bien cuidado. Los precios de las habitaciones valen 15.000 CFA la habitación doble. Además, tienes la opción de comer en el mismo alojamiento. Si queréis tener más información sobre este hotel, clique aquí.

Nuestra ruta

DIA 1: Después de conocer por la mañana la etnia Fulani en la región de Cove y comer y descubrir la historia escondida detrás de las colinas de Dassa, nos dirigimos con Euloge hacia Abomey. Tocaba seguir haciendo el recorrido circular, y ahora tocaba ir hacia el sur, donde al cabo de unos 90 kilómetros nos encontraríamos en la ciudad de Abomey, una de las ciudades más importantes de Benín.

Antes de llegar a Abomey, sin embargo, hicimos una parada en Bohicon donde pudimos ver el mercado de las almas, un mercado vudú donde se exponen diferentes objetos, animales disecados y amuletos para que la gente que cree en el vudú pueda ir a comprar. Ver una mesa llena de cabezas de animales como monos, guepardos, lagartos y otros inverosímiles crea una sensación de estupefacción. Si crees con el vudú y vas a ver un chamán, este te recetará algunos ingredientes que solo encontrarás en un mercado fetiche… ¿Os imagináis en nuestra casa un médico haciéndonos una receta de cabeza de simio e ir a buscarlo a la farmacia? En Benín, son muchos los que creen en el vudú y a pesar de tener una visión muy diferente a la nuestra, hay que saber también respetar y entender.

Hicimos una vuelta por el mercado que a esas horas de la tarde del sábado estaba muy tranquilo, y luego saludamos a un chamán que nos propuso leer nuestro futuro. A Laia y Esteve no les terminó de convencer la idea, pero a Xoli dijo que sí, así que hicimos un pequeño ritual en una de las paradas entre lagartos y animales disecados, mientras el chamán hacía su trabajo. Después de aquella experiencia, decíamos adiós a uno de los mercados más completos que habíamos visto de fetiche en Benín.

De Bohicon a Abomey, hay un pequeño trayecto de 9 kilómetros que transcurre en una avenida llena de coches que pasa por diferentes rotondas. En una de ellas, junto al campo de fútbol, nos paramos para tomar una cerveza. Justo hacía poco había terminado el partido del equipo local y en los alrededores del estadio había mucho ambiente. De hecho, junto a donde hacíamos la cerveza había instalada una pantalla gigante para seguir uno de los actos más importantes del mundo futbolístico: la final de la Champions League que, en aquel año, jugaban el Real Madrid y el Liverpool.

Nos sentamos en unas sillas desde donde podíamos ver la pantalla gigante, y comimos unos bocadillos mientras veíamos el ambiente entre las diferentes aficiones que animaban cada equipo. Algunos llamaban «Reds, reds, reds…» y otros «Reaaal, reaaaal…». Durante el partido, los rencores y las bromas entre unos y otros era habitual. Al final, la victoria fue para el Madrid y esa noche volvimos a ser testigos de la burbuja con la que se vive el fútbol en África. De hecho, conocimos al entrenador del equipo local de Abomey que estaba muy contento porque era del Real Madrid y por eso, lo había celebrado con unas cuantas cervezas de más.

Era hora ya de marchar hacia el alojamiento, a donde llegamos y fuimos a descansar después de un día muy intenso. Nos encontrábamos en la capital del antiguo reino de Dahomey, uno de los reinos más poderosos de África, y al día siguiente iríamos a descubrir su epicentro: los palacios reales, declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

DIA 2: Por la mañana, disfrutamos de un buen desayuno en nuestro alojamiento, el Auberge d’Abomey. Era un hotel muy tranquilo donde pudimos desconectar del bullicio de la noche anterior en los alrededores del campo de fútbol. Antes de ir a los palacios reales, primero aprovechamos para ir a visitar el templo del camaleón, un edificio muy original y desconocido para muchos turistas.

Ver un edificio en forma de animal se te hace extraño. Es una arquitectura de la que no estamos nada acostumbrados, y este del camaleón tenía un significado especial: este animal representa la adaptación del mundo material al mundo trascendental. Por eso, dentro se realizan diferentes ceremonias y como era domingo, pudimos acceder a una ceremonia con diferentes cantos y bailes.

Después, pudimos dar la vuelta al templo y subir a su tejado, sobre la cabeza del camaleón; y pudimos fotografiar este edificio tan icónico donde hay que felicitar a su arquitecto porque no debe ser nada fácil construir una nave en forma de animal y que quede tan bien como este templo del camaleón.

Junto al templo, estaba el Palacio Tohuiyo Agbale, un palacio cerrado al público pero donde las paredes estaban decoradas con diferentes elementos característicos de la sociedad beninesa y del vudú. A su alrededor, diferentes niños se congregaban con el fin de ver qué hacíamos y pudimos hacer algunos juegos y bailes con ellos antes de volver a Abomey para visitar los palacios reales.

Los palacios reales de Abomey se encuentran situados en un conjunto amurallado que dispone de diferentes patios. Allí, los diferentes reyes construyeron su palacio (excepto uno), y hoy en día se puede visitar este recinto. Aunque algunos edificios del palacio fueron damnificados o destruidos durante el período colonial, parte de la estructura y la arquitectura original todavía se puede apreciar, como el palacio de Ghézo, uno de los reyes más importantes que tuvo el Reino de Dahomey.

Hicimos un recorrido por las diferentes estancias observando objetos de la época, instrumentos musicales o el propio trono del rey; y después de estar en el epicentro de uno de los grandes reinos africanos como el Reino de Dahomey, tocaba buscar algún lugar donde aquel domingo se celebrase un ritual vudú. Euloge nos dijo que al ser domingo seguramente tendríamos suerte, ya que al ser festivo es cuando se celebran más diferentes ceremonias vudú.

Fuimos avanzando con el coche, preguntando a la gente que nos dirigía hacia lugares diferentes. Cada vez nos íbamos poniendo en calles más estrechas hasta que de repente, empezamos a sentir tambores de fondo y ver gente vestida de blanco. Allí pasaba algo… Euloge aparcó y siguió la mucheduría de gente que se dirigía a una plaza donde vimos cuatro nuevos adeptos que se querían iniciar en el vudú. Algunos de ellos eran niños, mientras que otros eran más grandes, y todos llevaban collares y el cuerpo casi desnudo para purificarse con agua y quedar bien limpios de espíritu antes de entrar en la casa del sacerdote vudú donde se esperarían hasta la noche, momento en que empezaría la danza donde nunca habríamos imaginado lo que veríamos.

Pero, eso, os lo explicaremos más adelante; porque antes encontramos a un amigo del Euloge que hacía tiempo que no se veían. Se trataba de un pintor local que se dedicaba a pintar máscaras y que había hecho encargos para gente de todo el mundo. Había uno del que estaba especialmente orgulloso ya que nosotros veníamos de Cataluña: era Luis Suárez, el que fue futbolista del Barça.

Dejamos el coche en una pequeña plaza y cogimos unas motos hasta llegar a su casa donde nos enseñó todo el material de arte que tenía. Realmente, era un artesano que hacía unas obras magníficas. Las máscaras tienen una importancia muy importante en la cultura beninesa con las danzas Geledé (si quieres saber más, clica aquí), pero también tenía cuadros y nos mostró su taller. Hacía mucho tiempo que no se veían con Euloge y fuimos espectadores privilegiados de un reencuentro entre dos amigos.

Ya se hacía oscuro, y eso quería decir que era hora de volver otra vez a la plaza donde habíamos estado al mediodía para vivir una de las noches más impensables durante nuestro viaje al continente africano. Era negra noche, y caminamos hasta llegar a la plaza que empezaba a llenarse de gente. En un rincón, estaban los músicos con los tambores, en otro rincón una muchedumbre de personas sentadas, los niños delante y detrás mujeres sonrientes, algunas de color blanco simbolizante que ya forman parte del vudú. En un lado, un espacio donde iba entrando la gente en la plaza pero que cada vez quedaba más lleno; y al otro lado, unos bancos con la gente sentada. Nosotros nos sentamos allí… Éramos los únicos blancos de toda la plaza y, evidentemente, la mayoría de miradas iban destinadas a nosotros. Algunos sonreían, otros se tapaban la cara cuando cruzabas la mirada, otros reían y otros miraban seriamente como si no les gustara que estuviéramos allí. Y, es que en las siguientes horas presenciaríamos una danza de nuevos adeptos al vudú venerando al Dios Zakapta.

Euloge fue a hablar con el jefe espiritual de aquel barrio para comentar que nosotros estaríamos allí, y nos dijo que no había problema en hacer fotografías si queríamos. Pagamos 5.000 CFA los tres como agradecimiento por dejarnos estar ahí, así que por la jefe espiritual éramos bienvenidos. De todas maneras, no nos atrevíamos a sacar las cámaras ya que lo veíamos como una intromisión muy grande… si acaso, sólo usaríamos los móviles de forma disimulada y si veíamos que no molestábamos a la gente.

Así, pues, la espera hasta que comenzó la danza se hizo larga… Cada vez iba llegando más gente, y los músicos empezaban a tocar. En frente nuestro, en el escenario que era el suelo de la plaza colocaron unos animales que aún respiraban pero que tenían el cuello cortado, sobre una pequeña estera de hojas. Estos animales que están moribundos simbolizan un don de los dioses que les han dado para que los pudieran cazar, pero impactaba ver estas cabras desangrándose a pocos metros nuestro.

De repente, apareció una mujer que se estiró junto a las cabras y comenzó a silbar en las orejas de los animales. Esta mujer simbolizaba un ángel que hacía de mensajera entre los dioses y los animales y les agradecía su muerte. Una muerte que no era mala, ya que significaba la entrada de nuevos adeptos a la religión vudú.

Después, los tambores sonaron en más fuerza y empezaron a salir, descalzos, los cuatro adeptos que habíamos visto al mediodía oliados con una especie de crema y con el cuerpo medio desnudo. Llevaban una línea en la cabeza blanca hecha con yeso y agua para simbolizar que eran los nuevos adeptos. Salían caminando, haciendo los gestos de querer ser cazadores e iban entrando cada vez más en tránsito para comunicarse con los dioses. A nuestro lado, los espectadores gritaban enfurecidos para ayudarles y animarlos a conectar con el más allá. Algunos de los adeptos iban perdiendo cada vez más el norte, con una mirada desmayante y haciendo vueltas sobre ellos mismos y gestos desconcertantes. Empezaban a estar en contacto con los dioses, según lo que nos comentaba sigilosamente Euloge.

La música cada vez resonaba más, y los adeptos empezaban a hacer bailes de forma individual, como si se tratara de una actuación solista de un grupo de ballet. Cuando realizaban los bailes girando alrededor de la plaza, algunas personas les tiraban billetes como símbolo de alegría por esta nueva formada en el templo vudú del barrio. Los gritos, los aplausos cuando realizaban varias vueltas seguidas y el revuelo era la banda sonora de una plaza que estaba totalmente absorta con el ritual de iniciación de aquellos cuatro miembros de diferentes edades.

Después de unos cuantos minutos de danza, los jefes espirituales que acompañaban a los protagonistas cogieron las cabras que aún respiraban el último aliento, y empezaron a hacer un baile con ellas, moviéndolas arriba y abajo y por los lados para después, lanzarlas con fuerza hacia el suelo. Aquel golpe mortal seguro que mató al animal, ya que aquellos chicos musculados que iban sin camiseta habían lanzado al animal con fuerza. Aquella cabra ya pasaría a ser un sacrificio hacia los dioses, y eso lo hicieron cuatro veces dirigiéndose a los cuatro lados de la plaza. Delante nuestro, impactaba ver la fuerza con que tiraban los animales y las caras de los adeptos que parecían que estaban totalmente en otro mundo.

Justo al acabar este sacrificio a los cuatro lados de la plaza, las personas que dirigen el ritual y los nuevos adeptos se van pasando el animal, convirtiéndose en animales salvajes que se cotejan sobre las cabras. Las cogen, las muerden, las trasladan y les enseñan a la gente que las bendice como símbolo de agradecimiento por haber sido un regalo de los dioses. Eran escenas duras de ver, parecía que estábamos en otro planeta, pero estábamos viviendo una danza ritual de iniciación que, para ellos, simbolizaba el poder de la caza. De hecho, esta tradición también la hacían antes con los enemigos, que los mostraban ante todos y los mataban con el fin de mostrar el premio y evidenciar que eran un pueblo guerrero.

La música seguía sonando y los diferentes adeptos iban llevando las cabras arriba y abajo, hasta que de repente, dos de los directores de la ceremonia se acercan corriendo hasta nosotros y nos estampan las cabras sobre nuestras piernas. Todavía podíamos notar el calor de la cabra muerta y su sangre, y nos quedamos inmóviles sin saber qué hacer. Estas dos personas pararon la mano, y nosotros los miramos. Toda la plaza estaba pendiente de lo que haríamos, pero nosotros no nos movimos sin saber qué significaba aquel cambio de guión. De mientras, a nuestro lado sentíamos como Euloge se levantaba y hablaba con una jefe espiritual, y al cabo de un rato, que se hizo bastante largo, los dos jóvenes del vudú decidieron retrasar las cabras de nuestras piernas entre las risas y señalamientos de las personas que había alrededor de la plaza. Se ve que querían dinero para nuestra presencia allí, pero Euloge ya comentó que habíamos dado un agradecimiento al sacrificio cuando llegamos.

De todas maneras, Euloge, que ya nos había avisado minutos antes cuando las cabras iban corriendo arriba y abajo para que fueran bendecidas para la gente de la plaza si queríamos marchar, nos hizo una señal de que seguramente era hora de levantarse y dar por terminada, antes de hora, la función. Así que, nos levantamos, y fuimos dirección a los músicos para camuflarnos entre la penumbra y marchar bajo la negra noche dirección al coche, sorprendidos y estupefactos de lo que habíamos vivido aquella noche.

Nunca nos hubiéramos imaginado que veríamos una danza donde los bailarines entran en tránsito con el otro mundo, con escenas muy duras de «maltrato animal», pero también con una visión mínimamente abierta para intentar comprender que es un ritual que ellos han hecho durante toda la historia y explica lo que anteriormente hacían con sus enemigos.

El vudú es una religión oficial en Benín, y vivir algunos de sus rituales es una de las experiencias que recordaremos más de nuestro viaje. Aquella noche, nos costó mucho dormir…

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