Lomé es la capital de Togo y la principal ciudad del país. Este país estaba habitado principalmente por la tribu Ewé, una tribu que fue forzada a firmar un acuerdo con los alemanes en 1884 para que su territorio pasara a formar parte de su protectorado. Los alemanes importaban cacao, café y algodón, y a cambio permitieron la construcción de una red de infraestructura que hoy en día aún se mantiene en el país. Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial y de la derrota de los alemanes, esta región se partió en dos: la parte oeste (región del Volta) formaría parte de Inglaterra, que ya tenía el territorio de la actual Ghana, y la parte este (Lomé y Togoville) formaría parte de Francia. Esta parte este es la que hoy en día conocemos como Togo y Lomé es su principal ciudad.
Uno de los principales atractivos de Lomé es su Grand Marché, el mercado al aire libre más grande del país. Allí, podrás ver miles de paradas de objetos muy variados, donde destacan las telas africanas que comercializan las mujeres conocidas como Mama Benz. Este mercado se encuentra situado justo al lado de la catedral del Sagrado Corazón de Jesús, una iglesia de arquitectura gótica con unos colores muy característicos y que sobresale del bullicio de personas y mercancías que encontramos en el mercado.
Lomé es una ciudad de costa, que tiene uno de los puertos comerciales más importantes de África del Oeste. Sus playas quizá no destacan por su belleza, pero es el medio de vida de muchos pescadores que trabajan en sus aguas. Además, en Lomé también encontramos mucha presencia de la religión vudú con uno de los mercados fetiches más grandes de África Occidental como es el mercado de Akodessewa donde se exponen más de 20.000 objetos que se venden por aquellos que practican los diferentes rituales del vudú. Una visita que seguro que no te dejará indiferente.
El comercio de esclavos durante el siglo XIX también tuvo su presencia en la zona de Lomé, con la Maison des Slaves d’Agbodrafo, un lugar que podrás visitar para ver la última parada que hacían los esclavos antes de embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Hoy en día, esta población en las afueras de Lomé destaca para ser una población pesquera desde donde podrás ver cómo trabajan en el día a día los pescadores que salen a alta mar o que pescan con sus pequeñas canoas por el lago Togo.
Lomé es una ciudad de poco menos de dos millones de habitantes que se puede visitar en pocos días y donde podrás disfrutar de diferentes actividades y de mucha vida local. Nosotros tuvimos la suerte de quedarnos a través de Couchsurfing con una pareja de allí, Louis y Martine, con quien nos invitaron a una boda, fuimos a ver como el hermano de Louis negociaba una dote con la familia de la chica, asistimos a la fiesta de un doctorado del hermano de la Martine en la universidad y disfrutamos del día a día de una ciudad bulliciosa pero más pequeña que las vecinas Accra y Cotonou.
¿Cómo llegar?
Lomé se encuentra justo al lado del mar, en la parte sur del país, conectada a pocas horas de Cotonou, Benín, y justo al lado de la frontera con Ghana (Aflao). Al ser la capital del país, desde aquí salen los principales medios de transporte que se dirigen a las diferentes regiones de Togo.
En Lomé, encontramos el aeropuerto más importante del país desde donde llegan vuelos de Europa, principalmente de Francia y Bélgica. Desde allí, también sale un avión que va a Kara, la ciudad más importante del norte del país.
Sin embargo, la principal manera de llegar al país es en algunos de los taxis compartidos en furgonetas o en las empresas de autobuses como Nagode Transport (aquí podrás acceder a su web) que hace recorridos entre las principales ciudades del país. Como en muchas ciudades africanas, la salida y llegada de estos autobuses se realiza en las afueras de la ciudad y en las zonas de salida dependiendo de la dirección a donde vayas. Por ejemplo, si te diriges a Kpalimé o Aflao, los principales autobuses y taxis salen desde el oeste de la ciudad. En cambio, si vas hacia Benín, los principales transportes salen del este de la ciudad.
De Lomé puedes ir a Kpalimé en un trayecto de dos horas en taxi compartido (nos costó 2.500 CFA por persona). También puedes ir hacia el norte, como Sokodé, en un trayecto de unas 6-7 horas que hicimos con Nagode Bus por un precio de 5.500 CFA. Muchos de los trayectos largos que hagas en autobús para llegar o salir de la capital deberás reservarlos con un día de antelación para asegurar que tendrás disponibilidad de asiento.
La ciudad de Lomé es una ciudad, que como ocurre con muchas ciudades de África del Oeste, tiene mucho tráfico de vehículos, por lo que te recomendamos que conduzcas de forma tranquila porque te encontrarás con muchas furgonetas, coches, taxis y motocicletas (conocidas como Zem) que van totalmente a su aire.
¿Qué hacer en Lomé?
Al ser la capital del país, en Lomé tienes diferentes actividades a realizar entre las que destacamos:
– Perderte por el gran mercado de Lomé, situado en el centro de la ciudad
En África, los mercados son los puntos emblemáticos de la ciudad. Y Lomé no es una excepción. El gran mercado de Lomé, conocido también como Grand Marché, se encuentra situado justo en el centro de la ciudad, muy cerca del mar y junto a la catedral de Lomé, un edificio arquitectónico muy bonito.
Pasear por este gran mercado al aire libre es una de las actividades que no te cansarás de hacer durante la estancia en la capital togolesa. El mercado está formado por miles de paradas expuestas en las calles del centro de la ciudad, donde pasan miles de personas. Es un mercado con mucha actividad y uno de los principales recursos económicos de mucha gente local que hace negocio.
El mercado está separado por diferentes sectores según la tipología de productos que vendan. En algunos lugares encontrarás utensilios de cocina, ropa, carpintería o las conocidas telas africanas. De hecho, las vendedoras de muchas de las paradas de telas se conocen con el nombre de Mama Benz, un nombre que se dio para todas aquellas comerciantes que se hicieron ricas con la venta de la tela y que hoy son consideradas las más grandes empresarias del mercado. Dicen que estas mujeres, gracias a la riqueza conseguida de su trabajo, viajaban con Mercedes Benz y, por ello, hoy en día en muchas paradas podrás encontrar a Mama Benz o algunas de sus hijas que siguen las riendas del negocio. En los años 90, incluso se hizo una película con el nombre de «Mama Benz: an african market woman» que refleja la figura de estas mujeres empresarias.
Nosotros te recomendamos que intentes subir a alguna planta superior de alguno de los edificios que están situados en las calles céntricas del mercado para poder ver desde arriba el mercado y la gran cantidad de personas que pasean cada día por este lugar. Además, podrás ver la catedral e incluso, al fondo las aguas del golfo de Guinea.
En África, pasear por los mercados es una actividad obligatoria para poder hablar con la gente y disfrutar de una de las experiencias que más nos gustaban a nosotros: caminar, observar e interactuar con la gente local que, diariamente, se gana la vida vendiendo o comprando en el mercado.
– Visitar la catedral de Lomé
La catedral de Lomé se encuentra en el centro de la ciudad y del Grand Marché. De hecho, en todas sus calles circundantes encontrarás paradas que forman parte de este gran mercado que hemos descrito en el punto anterior. Será casi misión imposible hacer una fotografía de la catedral sin que salga una persona cargada de mercancía, una parada del mercado o gente local paseando.
La catedral de Lomé tiene un diseño arquitectónico muy diferente a las catedrales que estamos acostumbrados a ver en Europa. Se construyó en poco más de un año (de abril de 1901 a septiembre de 1902) por las autoridades coloniales de Alemania (sí, Togo también formó parte de Alemania. Si quieres ver algunas curiosidades más del país, puedes clicar aquí).
Desde un punto de vista arquitectónico, esta catedral está inspirada en las catedrales góticas europeas que podemos encontrar en diferentes poblaciones del centro de Europa. De hecho, dicen que está inspirada en la iglesia de Steyl, un pequeño pueblo neerlandés de donde provenían los primeros misioneros que se establecieron en la capital togolesa en 1892.
La fachada de esta catedral, que se conoce con el nombre de Sagrado Corazón de Jesús, destaca por una policromía de colores ocres y blanquiazules que confiere al edificio un estilo muy particular, de donde sobresalen dos torres gemelas donde encontramos los dos campanarios de la iglesia. Esta iglesia fue visitada por el Papa Juan Pablo II durante agosto del año 1985, y hoy en día todavía podrás ver fotografías y carteles de esta visita a la parte exterior de la iglesia.
El estilo curioso de esta catedral con el hecho de encontrarse en medio del mercado más grande del país hace que no te puedas perder su visita si vas a dar una vuelta por el centro de Lomé, donde podrás disfrutar de ejemplos arquitectónicos únicos y de una actividad frenética entre las diferentes paradas del Grand Marché, situadas alrededor de la catedral.
– Pasear por la playa de Lomé
A pocos minutos de la catedral y del Grand Marché, podrás encontrar la playa de la ciudad de Lomé donde verás el antiguo muelle construido por los alemanes que está casi destruido. Como la mayoría de playas de la costa del Golfo de Guinea, no te recomendamos que te bañes ya que hay fuertes corrientes marinas y, además, en esta estás justo en el centro de la capital y por lo tanto, estarás muy en la exposición pública.
Lo que puedes hacer por la playa de Lomé es pasear por ella para ver a los pescadores cómo preparan las redes, ver pequeñas familias y parejas que están estirados en la arena o visualizar cómo alguna barca entra en la arena siendo estirada por decenas de personas mientras que otros están esperando para poder ver el pescado que se ha pescado. De hecho, esta última escena la podrás ver en muchísimas playas como, por ejemplo, pudimos ver en la zona de Agbodrafo.
Si miras al horizonte, seguramente también encontrarás muchos barcos que transportan contenedores y que están a la espera de poder entrar en el puerto, uno de los puertos comerciales más importantes del Oeste de África. La imagen no es muy bonita a nivel paisajístico, pero es la realidad de lo que verás en esta zona de donde cada día salen y entran decenas de barcos mercantes.
A nivel medioambiental, la playa no destaca por ser muy limpia, ya que encontrarás fuerzas plásticos sobre la arena. El muelle alemán está casi destruido y hace que la escena sea decadente. Un lugar donde hace unos años había una actividad frenética de barcos que transportaban personas y mercancías de Europa hasta este país africano, y que hoy se ha convertido en la puerta de entrada a uno de los mercados más espectaculares de la costa oeste africana.
– Visitar uno de los mercados de fetiche más grande de África Occidental
El mercado de fetiche de Akodessewa es uno de los mercados más grandes relacionados con el vudú que encontrarás en África. Este mercado hace la función de farmacia para miles de creyentes que creen con el vudú, una religión que pudimos descubrir en Benín en poblaciones como Abomey (si quieres saber más puedes clicar aquí).
Durante nuestra visita allí, pudimos encontrar a diferentes personas locales que iban a las diferentes paradas del mercado a buscar alguno de los objetos que el sacerdote vudú les había recomendado para poder solucionar alguno de sus problemas. A pesar de la visión que mucha gente tiene del vudú como magia negra, esta religión animista y politeísta va mucho más allá de todo lo relacionado con el esoterismo. Los sacerdotes son como los médicos que recetan una poción para llevar a cabo un ritual que pueda curar al fiel de su problema. Obviamente, tienen prohibido usar el vudú para pedir acciones malas, y son muchos los creyentes que van en este mercado en busca de los medicamentos recetados por diferentes sacerdotes del vudú.
Para acceder a este mercado como turista hay que pagar una entrada que incluye el derecho a hacer fotografías, y también un guía que te pueda explicar todas las curiosidades que tengas sobre la religión del vudú. En el año 2022, el precio de la entrada era de 3.000 CFA por persona y el coste del guía era de 2.000 CFA en total.
En este mercado encontrarás objetos como animales disecados, pieles de animales, amuletos. Además, hay diferentes paradas de sacerdotes que atienden a todos aquellos que creen con el vudú y tienen una necesidad. Durante tu recorrido con guía, tú podrás entrar en algunos de estos lugares y hablar con algún sacerdote que te explicará los diferentes rituales que tienen. Una experiencia totalmente diferente y que podrás encontrar en diferentes mercados del fetiche de Benín y Togo.
– Visitar Agbodrafo y el Maison des Slaves, uno de los puntos finales de la ruta de los esclavos de esta región de Togo
Agbodrafo es una población que se encuentra a 30 kilómetros al este de Lomé, dirección a la frontera de Benín. Esta población, que antiguamente se decía Porto Seguro, era uno de los puntos claves en el tráfico de esclavos de esta región. Allí, estaba la casa, conocida como Maison des Slaves, donde se almacenaban las diferentes personas esclavizadas que venían del interior antes de partir en barcos hacia el Nuevo Mundo.
El coste de la entrada de la Maison des Slaves es de 2.000 CFA por persona. Podrás acceder en algunas de las salas y algunas de las puertas que estaban soterradas para que los esclavos se arrastraran como si fueran animales. Desde allí, podrás también caminar hasta llegar a la zona de la playa haciendo el mismo recorrido que hicieron miles de esclavos centenares de años atrás.
Hoy en día, en la playa podrás ver diferentes grupos de pescadores que recogen las barcas que vienen del mar, preparan las redes o bien, administran el pescado que han conseguido entre compradores que llegan al mar con cestas para llenarlas de pescado. A su alrededor, hay diferentes poblados donde viven estos pescadores y sus familias, así que durante tu recorrido probablemente encontrarás muchos niños que te seguirán encumbrados.
Cerca de Agbodrafo también encontramos el lago Togo donde se encuentran una de las ciudades más históricas del país, Togoville. Allí, hay una catedral católica en el lugar donde supuestamente apareció la Virgen María, y también uno de los centros rituales más importantes del vudú, donde muchos sacerdotes van a hacer formación. Podrás hacer un recorrido por el lago en canoa y disfrutar de cómo los pescadores lanzan las redes de pie sobre sus canoas y del paisaje de esta región de Togo que limita con Benín. Si no tenéis tiempo de ver el arte de la pesca de los pescadores del lago Togo, os recomendamos que lo hagáis en Grand Popo, en Benín (para ver nuestra experiencia, clique aquí).
Esta región, junto con Ouidah de Benín (si queréis saber más clique aquí) o Cape Coast de Ghana (para ver nuestra experiencia clique aquí), es una de las regiones donde el comercio de esclavos tuvo una mayor importancia. A pesar de su oscura historia, actualmente es un pueblo situado muy cerca de la frontera con Benín que vive, principalmente, de la pesca.
¿Dónde dormir en Lomé?
Nosotros estuvimos en casa de Louis y Martine con quienes contactamos a través de Couchsurfing, así que no podemos aconsejar de primera mano ningún alojamiento en la capital. De todas maneras, después de hacer una búsqueda por Internet podemos indicar que los que tienen mejores referencias son:
– Hotel Aurore: Este pequeño hotel ofrece una veintena de opciones para dormir. Las habitaciones son sencillas y limpias y también dispone de restaurante. Precios entre 18 y 30 euros por noche. Para más información, podéis contactar con ellos al +228 90 43 44 44.
– Hotel Galion: Este hotel se encuentra cerca de la frontera con Ghana y a unos 2 kilómetros del centro de la ciudad y la catedral. A pocos metros de la playa, los precios de las habitaciones oscilan entre 7.000 y 25.000 CFA por noche, según el tipo de habitación que escojas. Para más información, podéis entrar en su web aquí.
Nuestra ruta
DIA 1: Después de hacer una parada en Sokodé durante nuestra ruta en transporte público desde Kara, en el norte del país, cogimos un Nagode bus para llegar a Lomé durante la tarde. El trayecto sería entre unas 6-7 horas transitando por la carretera principal (la N1) que cruza Togo de norte a sur. Es una carretera muy transitada por camiones que tienen como destino final el puerto de Lomé y que llevan mercancía desde otros países como Burkina Faso.
La primera parte de trayecto fue entretenida, atravesando pequeños pueblos a ambos lados de la carretera principal donde, de vez en cuando, veíamos algún camión parado a la orilla de la carretera por problemas técnicos. Después de algunos quilómetros, realizábamos alguna parada en alguna explanada de algún pueblo para recoger pasajeros y para aprovechar para ir al lavabo. Estas paradas se convertían, de golpe, en un mercadillo con niños y mujeres que llevaban víveres y alimentos y que los vendían desde la ventana o desde el mismo pasillo del autobús. Algunos llevaban fruta dentro de un cesto que se aguantaba sobre la cabeza de la vendedora, mientras otros tenían las manos llenas de cuerdas desde donde se aguantaba los diferentes víveres y utensilios que se pueden necesitar durante un viaje, como cargador USB o cinturones.
Una vez llegamos a Atakpamé, la última gran ciudad antes de llegar a Lomé y que se encuentra a unas 3 horas de la capital, escribimos por Whatsapp a Louis y Martine. Nuestros anfitreones nos estarían esperando en la estación de autobús. Louis y Martine son una pareja togolesa que contactamos a través de la web Couchsurfing. El primer contacto que hicimos con ellos fue para conseguir una visa de tráfico, ya que Togo estaba cerrado por el tema del Covid. A través de Louis, podíamos tramitar una visa a la policía de solo tráfico (2-3 días) con el fin de cruzar el país y llegar a Ghana. Era una opción que contemplábamos viendo la situación de la pandemia en diferentes países de la costa oeste africana.
Tramitamos esta visa de tráfico, pero cuando ya estábamos en Benín nos llegaron buenas noticias de Togo. El país había decidido abrir sus fronteras y ya estaba abierto a los turistas internacionales, por lo que no necesitábamos esta visa y podríamos alargar la estancia en este país. Por este motivo, decidimos cruzar la frontera por el norte de Benín ya que desde Kara podríamos obtener la visa turística para estarnos, como máximo, un mes en el país. Gracias a Couchsurfing, encontramos a una pareja fantástica que nos acogió como si fuéramos de su familia en su casa. ¡Ya teníamos ganas de llegar a Lomé después de este día largo de ruta en la carretera!
Cuando el Google Maps nos marcaba que faltaba una hora para llegar a Lomé, de repente el autobús se detuvo. Delante nuestro había una gran cola de camiones y vehículos también parados que no avanzaban. No sabíamos qué pasaba pero desde el autobús ya nos dijeron que seguramente habría habido un accidente, y al ser una carretera de un solo carril nos tocaría esperar. Y cuando esperas en África, muchas veces no sabes por cuánto tiempo será…
Estuvimos mucho rato parados que no adelantábamos, y por el otro carril tampoco venían vehículos, señal de que la carretera debería estar cortada en los dos sentidos de la marcha. Avisamos a Louis y Martine, que nos dijeron que les avisáramos cuando entráramos a Lomé así ellos saldrían de casa ya que tenían la estación a unos 10 minutos de casa, y vimos cómo se apagaba el día y se hacía oscuro desde arriba del autobús. Después de un par de horas de espera, conseguimos arrancar y avanzar poco a poco. Efectivamente, el motivo de tanta espera era un accidente de un camión que había salido de la carretera y parte de la mercancía se había quedado sobre el asfalto.
Llegamos a Lomé de noche, y aquellas calles parecían muy tranquilas. Con casas de pocos pisos a ambos lados, tiendas y negocios y muy pocos vehículos en la carretera, parecía una de las ciudades más tranquilas de África del Oeste que habíamos visto, de momento. En la estación de autobús nos esperaba Louis, un chico que se dedica a la fotografía y que le gusta poder recibir viajeros en casa para conversar con ellos y conocer mundo. Subimos a su coche y seguimos la calle principal hasta que giramos por calles secundarias de tierra hasta llegar a su casa.
La casa de Louis y Martine era una casa de dos habitaciones, que compartían patio con otras casas de otras familias. Para entrar, tenías que entrar por el patio y luego cada uno entraba en su propia casa. La primera habitación es donde tenían el comedor, sala de estar, armarios, nevera y una cocina de hornillos, y la segunda habitación era donde estaba la cama donde dormían Louis y Martine. El lavabo y la ducha estaban en una parte trasera del patio.
Conocimos a Martine que estaba embarazada y estaba esperando a una niña de lo que todavía no tenía nombre. Y compartimos la primera cena con ellos charlando del viaje y de nuestra ruta a Togo. A la hora de dormir, a pesar de nuestra insistencia, ellos nos dijeron que dormirían en el comedor, y que nosotros nos quedáramos en su habitación. Otro ejemplo de la hospitalidad africana que habíamos encontrado en tantos lugares del continente.
Nos dormimos en seguida, después de este día tan largo de trayecto y con ganas de descubrir la capital de Togo con una pareja local. Nos dijeron que no haríamos mucho al turista, porque teníamos que ir a una boda, a la universidad para acompañar al hermano de Martine a presentar el doctorado, y a ver cómo el hermano de Louis y su familia negociaban la dote con la familia de su chica para poder casarse. ¡Nosotros estábamos encantados de que Louis y Martine nos llevaran a descubrir más experiencias en África!
DIA 2: Nos despertamos lentamente, desayunamos y nos quedamos un rato en el comedor charlando con Martine. El hecho de hablar francés nos ayudó a establecer mucho vínculo con ellos. Nos dijo que, dentro de poco, se mudarían a otra casa ya que con la niña querían más espacio, y después de andar un buen rato por el patio de la casa, apareció Louis y marchamos hacia la primera parada del día: la universidad de medicina.
Allí, el hermano de Martine presentaba el doctorado, así que fuimos con el coche hasta el aparcamiento de la universidad donde nos encontramos con la familia de Martine y como unos estudiantes más, subimos las escaleras hacia el segundo piso de la universidad. Allí, muchos estudiantes subían y bajaban con los apuntes en la mano. Algunos tenían exámenes, otros tenían presentaciones orales, otros miraban los papeles que estaban colgados a la pared donde aparecían los resultados de algunas pruebas que habían realizado y otros llegaban tarde a clase.
El hermano de Martine ya estaba dentro haciendo la presentación del doctorado, así que nos fuimos fuera. Llevábamos unas bolsas con botellas grandes de Coca-cola y algún pica-pica para celebrar su doctorado. Nos explicaron de qué iba, pero nosotros, inexpertos en la materia, no pudimos recordar nada de la temática del doctorado. Fuimos a caminar por los alrededores del recinto y, como curiosidad, vimos que Pfizer (que en ese momento conocíamos por el tema de las vacunas de la Covid) había financiado un busto de Hipócrates que estaba en el centro del edificio. ¡Al menos, este nombre de Pfizer sí lo recordábamos!
Al cabo de un buen rato, salió el hermano de Martine con una sonrisa en los labios. La exposición había ido muy bien, así que ahora tocaba celebrarlo. Comimos juntos allí mismo en la universidad, en una especie de picnic improvisado; y por la tarde, fuimos con Louis a hacer una vuelta por la capital de Lomé.
De camino al centro, aprovechamos para hacer una parada en el Monumento de la Independencia, situado en una plaza abierta y muy tranquila donde había otras personas locales que deberían venir de diferentes regiones de Togo haciéndose fotografías. Después, volvimos al coche y avanzamos hacia las inmediaciones de la catedral, con la difícil tarea de buscar aparcamiento en alguna explanada de la zona donde un guardia vigilaba los coches a cambio de unas monedas.
Salimos del coche y nos adentramos en una calle donde empezamos a ver diferentes paradas de objetos por el hogar y una mucheduría de personas que pasaban por nuestro lado saliendo del mercado. Cuando cogimos la calle principal que iba dirección a la catedral, allí vimos el mercado en todo su esplendor. Paradas con sombrillas de colores, negocios abiertos, carros que intentaban pasar entre las personas que ocupaban el centro de la calle y gritos y mucho jaleo que se sentía a ambos lados. El aroma y la banda sonora del mercado de Lomé, conocido como Grand Marché, nos recibía con los brazos bien abiertos.
Al fondo, se veía dos torres con dos campaneros y una fachada de una tonalidad ocre y marrón que sobresalía de los centenares de cabezas que teníamos en nuestro frente. Era la catedral del Sagrado Corazón de Jesús que estaba justo al lado del gran mercado. Entramos y la visitamos por dentro, donde destacaba por su sencillez y por su luminosidad. Allí dentro, decenas de personas estaban en silencio mientras en el exterior, centenares de personas entonaban el bullicio característico de un mercado africano.
Al salir de la catedral, seguimos dando una vuelta por el mercado. Ahora, por la sección de telas donde pudimos ver a las conocidas Mama Benz, mujeres corpulentos, series y con carácter que se han hecho un nombre en el mercado por su buen negocio con las telas. Después, avanzamos para una zona de ropa cotidiana hasta que vimos una puerta de donde entraba y salía gente. Intuimos que aquella entrada nos llevaría hacia el piso superior, y así fue…
Subimos y desde arriba, pudimos tener una buena panorámica de los miles de paradas y de toda la gente que se movía como pequeñas hormigas, mientras veíamos la catedral por un lado, y por el otro, lejos en el horizonte, el mar. Nos hubiéramos pasado horas allá arriba viendo cómo avanzaba el día en aquel mercado de Lomé, pero Louis tenía ganas de enseñarnos el muelle antiguo de los alemanes, así que bajamos y caminamos dirección al mar.
Dejábamos atrás en el mercado, con la mirada controladora de Louis que nos había dicho desde buen inicio que vigiláramos con los bolsillos y los bolsos ya que había bastantes ladrones, aunque en ningún momento nos sentimos inseguros. Y llegamos al mar, un mar movido por las olas del océano Atlántico. Caminamos por la arena hasta llegar a un muelle que estaba casi destruido y que habían hecho los alemanes para desembarcar los barcos en la ciudad de Lomé. Hoy en día, algunas parejas estaban estiradas en diferentes partes de la playa y algunas familias jugaban en un entorno muy urbano, con los coches pasando por la avenida marítima y barcos mercantes esperando al mar poder entrar hasta el puerto comercial de Lomé.
Volvimos hacia el coche de Louis y después de pagar al guardia fuimos hasta su casa. Martine nos esperaba y decidimos ir caminando hasta un bar de una explanada de tierra donde unos jóvenes jugaban al fútbol en un campo improvisado. Hicimos unas cervezas y nos dijeron que al día siguiente estábamos invitados a una boda, y que allí deberíamos demostrar nuestras habilidades del baile. Nosotros, bien convencidos, dijimos que no habría problema y que, además, nos vestiríamos de gala y llevaríamos los trajes africanos que nos había regalado el Euloge a Benín. Ellos rieron y volvimos hacia casa donde nos estiramos a la cama mientras mirábamos la final de Euforia de TV3, un programa que no habíamos seguido pero que al ver que era la gran final, lo vimos mientras la noche en Lomé iba avanzando a la espera de una nueva albada.
DIA 3: Nos levantamos con la misma tranquilidad del día anterior. Sin prisas, Louis y iban mirando su teléfono móvil y nosotros estábamos allí a la expectativa, a ver cuándo marcharíamos hacia la boda. En África, las cosas se hacen sin prisa y el ritmo es mucho más diferente al que estamos acostumbrados a vivir en Europa.
Fuimos bien mudados y condujimos un buen rato hasta llegar a una iglesia donde ya había empezado la boda. Dentro, había muchísima gente, entre diferentes coros que cantaban, amigos, familiares y curiosos como nosotros que venían a ver la ceremonia. Todo el mundo estaba invitado a entrar, mientras dos guías espirituales iban leído la Bonanova y los novios estaban pendientes de cada detalle de la ceremonia.
Si las misas africanas destacan por tener mucha música, ¡imagínate una boda! La música aparecía en cada momento y la gente se levantaba y bailaba desde el banco. Iban llegando nuevos asistentes que nos saludaban tímidamente al ser los únicos blancos del recinto. Los guías sacerdotales también iban incrementando su tono de voz, y al final, aunque no habláramos su idioma, parecía que podríamos entenderlos. Llamaban y repetían diferentes palabras. ¡Qué gritos que había en aquella iglesia!
Después hubo un momento donde los novios se levantaron y grupos de gente se empezaron a levantar llevando diferentes regalos y detalles para los protagonistas de la fiesta. La boda era toda una experiencia de ver, y los vestidos que llevaba la gente eran increíbles. Mucha tela, muchos colores y muchas sonrisas se erigían en aquella iglesia de las afueras de Lomé. Al final, todos los asistentes fueron a saludar a los novios y nosotros quedamos que por la tarde-noche iríamos con ellos a la fiesta, para bailar y comer en un pequeño local de la ciudad.
Louis y Martine tenían ganas de enseñarnos uno de los rincones más conocidos de Lomé a nivel turístico: el mercado fetiche de Akodessewa. Se trata de uno de los mercados del vudú más grande de África, aunque a la hora de llegar vimos que se trataba de diferentes paradas en una plaza donde los diferentes feligreses del vudú van con el fin de conseguir los diferentes objetos que los sacerdotes del vudú recetan con el fin de conectar con sus ancestros o solucionar sus problemas.
Después de pagar la entrada, fuimos a pasear por las diferentes paradas con Christophe, uno de los guías del recinto y que nos explicó diferentes cuestiones sobre el vudú que eran casi bien las mismas que nos habían explicado en Benín. Mientras entrábamos en alguna parada, pudimos ver como algún local compraba un animal disecado mientras los demás vendedores estaban charlando tranquilamente.
Animales disecados, huesos, aves, piedras y una variedad inmensa de objetos inimaginables estaban sobre las tablas de los diferentes stands de madera. En una, Christophe nos animó a entrar y a ver el ritual que hacía un sacerdote vudú, que muy amablemente nos explicó la utilidad de su trabajo y cómo efectuaba diferentes ceremonias en un espacio cerrado de pocos metros cuadrados. Nos dijeron si queríamos que hiciera algo para nosotros, pero lo descartamos; así que nos fuimos y terminamos de dar la vuelta por el mercado del fetiche de Lomé.
Por la tarde, fuimos con el coche de Louis hasta un pequeño local de sillas blancas de plástico y diferentes mesas. Parecía como una casa particular que se había adaptado para acoger una gran fiesta. Prueba de ello eran los grandes altavoces que se alzaban a ambos lados, y las telas blancas y azules que cubrían diferentes sillas y una zona donde parecía que se sentarían los novios.
Después de hablar con la gente de alrededor y hacer unas cervezas, llegaron los novios bien guapos pero cansados de todo este día tan intenso. La gente los recibió en gritos y luego empezaron a hacer una especie de parlamentos. Una vez terminado todo este protocolo, empezaron a sacar comida y nos asentamos con unas mesas redondas como queríamos. Obviamente, la cerveza nunca faltaba en la mesa…
La gente se fue animando y la música cada vez sonaba más fuerte, hasta que empezaron a aparecer los primeros bailarines y con ellos, nos levantamos de la mesa y empezamos a bailar con nuestros trajes africanos. No pudimos compararnos con cómo bailaban los locales, desde los más pequeños hasta los más grandes, pero sí pasamos un muy buen rato moviendo las caderas, haciendo subas y bajas con las piernas a pesar de la barriga de Martine que ya estaba bastante grande, cantando las canciones nigerianas que sonaban en todas partes, viendo como la cerveza cada vez pasaba más factura y disfrutando de un gran rato en una boda que nunca nos hubiéramos imaginado que presenciaríamos. Estas son algunas de las grandes experiencias que te trae el viaje. Y nosotros, tuvimos mucha suerte de poder compartirlo con unos anfitriones geniales como Louis y Martine.
DIA 4: Este era el tercer día en Lomé y de nuevo, nos fuimos sin saber que nos depararía ese día. La lentitud a la hora de ponernos en danza cada vez era más exagerada, pero veníamos de un atardecer donde habíamos movido las piernas como nunca y todavía estábamos bastante cansados y un poco dormidos.
Hoy tocaba asistir a una ceremonia familiar del hermano de Louis. Teníamos que ir a casa la pareja de su hermano ya que, allí, tendría lugar la negociación de la dote. Se ve que la familia de Louis al completo debía presentarse a la familia de la chica y ofrecer algo a cambio de que ella se pudiera casar con el hermano de Louis. Aunque esto nos pueda parecer muy antiguo, alguna gente en Kenia nos había dicho que también lo había hecho dando vacas a la familia. Hoy, pero, estaríamos allí presentes en la propia negociación.
Llegamos a los alrededores de la casa familiar de la chica, y esperamos a que llegara toda la familia para entrar todo juntos y esperarnos en el patio donde ya había colocadas unas sillas. Nosotros nos sentamos detrás, ya que enfrente solo se sentaron el hermano de Louis, su padre y su tío. Los hombres eran quienes llevaban la voz negociadora del precio que tendrían que pagar.
Después de saludarnos, nos fijamos que allí todavía no estaba la chica. De repente, de una de las habitaciones apareció una chica tapada en un pañuelo que se presentó ante los hombres de la familia y volvió a marcharse en otra sala. Ella sería el motivo principal del negocio y ahora tocaba acordar un precio que aconteciera a su familia.
Mientras veíamos que los hombres iban charlando cada vez con más energía y sacaban bolsas con bebidas como ofrecimiento, nosotros íbamos hablando flojito con Louis y Martine. Comentábamos que estas tradiciones, en nuestra casa, eran totalmente inimaginables, ya que por estar con una chica o un chico no hacía falta pedir permiso o negociar un precio con la familia. Martine nos decía que estaba totalmente de acuerdo y que ella no quería vivir esta ceremonia, pero Louis le recordaba que eso son tradiciones que han hecho sus abuelos y sus padres y que ellos no lo tenían que perder. De hecho, todo el mundo allí sabía que lo que hacían era como una actuación teatral porque el hermano de Louis se acabaría casando con aquella chica, pero era muy importante para simbolizar que la tradición no se está perdiendo.
Después de un buen rato de gritos, amenazas de que la chica no volvería y risas, un hermano de la familia de Louis apareció con más bolsas de bebidas y los negociadores pusieron todas las cartas en su mesa. Al final, aceptaron el acuerdo y volvió a aparecer la chica que continuaba tapada bajo un pañuelo. El padre de la chica le quitó el pañuelo para enseñar al hermano de Louis y su familia que se trataba de la chica que él amaba, y ahí se acabó toda la ceremonia de la negociación de la dote.
La chica se pudo quitar el pañuelo y abrazarse tímidamente con el hermano de Louis y luego todos allí almorzamos en el mismo patio para celebrar que ese día dos personas habían aceptado casarse. Y lo habían hecho siguiendo una tradición ancestral…
Después de comer, fuimos a dar una vuelta por Lomé y volvimos hacia casa de Louis y Martine. A Louis le gustaba mucho el fútbol, seguía la liga española porque era un gran fanático del Real Madrid, y aquella noche había partido. El partido no era del Madrid, sino del Girona que jugaba en Tenerife en un partido decisivo: si ganaba subía a Primera División. Así, pues, desde un pequeño comedor en una barriada de Lomé pudimos seguir el partido de fútbol y ver como el Girona gana por 1-3 al Tenerife y celebraba que volvía a la liga más importante del fútbol español. Parecía mentira que aquel día hubiéramos vivido una negociación en la dote, y por la noche, gracias a las nuevas tecnologías, estuviéramos viendo el Girona desde una pequeña casa de Lomé. La tradición y la modernidad juntas cogidas de la mano…
DIA 5: La mañana de este día tampoco fue tan diferente que las otras mañanas que nos habíamos levantado en casa de Louis y Martine. Puede ser, incluso, que todo fuera más lento… Nos despertamos y nos fuimos al comedor donde ellos ya estaban despiertos. Desayunamos alguna tostada y allí charlamos con ellos hasta que decidimos qué plan tocaba. Hoy tocaba visitar una zona alejada de Lomé donde se vivió una trágica historia relacionada con la esclavitud… Y es que en esta región hace unos siglos hubo uno de los comercios de esclavos más importantes de todo el mundo.
Nuestro destino sería Agbodrafo, un pueblo situado a unos 30 kilómetros de la ciudad. Conducimos por la carretera que pasa al lado del mar. Allí, nos paramos en una zona donde había mucha gente en la playa… Resulta que unas barcas estaban llegando con el pescado fresco y, por lo tanto, tocaba arremangarse y ayudar a hacer entrar la barca hasta la arena, a pesar del fuerte oleaje que había. La barca estaba parada, con el motor elevado para que no tocara al suelo; mientras un grupo de hombres y niños formaban una fila india y estiraban con fuerza unas cuerdas que estaban atadas a la barca. De esta manera, ésta se iba acercando hasta que quedaba totalmente sobre la playa. El movimiento de las personas estirando la cuerda era un ejercicio sincronizado increíble de ver.
Una vez que la barca llegaba a tierra firme, los pescadores enseñaban el pescado y los compradores, con palanganas y cestas, decidían el pescado a coger y se lo llevaban cargándolo en la cabeza o sobre los hombros. En un momento, se había formado un gran mercado mientras al lado, unos pescadores arreglaban unas redes. Ellos serían los siguientes en salpar mar adentro en busca de más pescado, uno de los principales recursos que tiene Lomé y, en general, África.
Volvimos al coche y seguimos avanzando. Justo antes de llegar a Agbodrafo, pudimos ver un trozo del lago Togo a nuestra izquierda. Más allá, estaba la población de Togoville, la ciudad más antigua del país. Nosotros, sin embargo, fuimos a la derecha y nos dirigimos hacia la Maison des Slaves.
En el siglo XIX se construyó en Agbodrafo una casa donde convivían los esclavistas que dirigían el comercio de los esclavos. Debajo de sus habitaciones, un sótano de 1,50 metros de altura aproximadamente era el refugio de miles de esclavos antes de dejar atrás su tierra y su continente. Allí, comprobamos cómo era imposible ponerse de pie, y nos imaginamos, terriblemente, las condiciones infrahumanas en las que vivieron las personas que pasaban por el sótano de aquella casa.
Hoy en día, esta casa es un pequeño museo que intenta rememorar la trágica historia que vivieron miles de esclavos que provenían del interior de Togo, Benín, Ghana, Burkina Faso, Níger o Nigeria durante el comercio de esclavos que tuvo lugar entre las potencias europeas y los diferentes grupos tribales africanos.
Después de la visita de esta casa, adelantamos dirección al mar que se encontraba a unos 3 kilómetros de distancia. Allí, aparcamos junto a un poblado de donde sobresalía la mirada de algún niño encumbrado. Delante nuestro, teníamos unas palmeras altísimas que tapaban la fuerza de las olas del mar. Paseamos con el ruido de las olas y el viento, y aprovechamos para hacernos una foto de recuerdo con Louis y Martine.
Como era el último día, decidimos hacer de turista y fuimos a un restaurante situado en primera línea de mar entre Agbodrafo y Lomé e invitamos a Louis y Martine a beber unos refrescos y unas cervezas y comer un buen shawarma. Aquella tarde, frente al mar, fue una tarde tranquila en buena compañía, mientras mirábamos el mar y las fuertes olas e imaginábamos la cantidad de pescadores que estarían en alta mar intentándose ganar la vida. El mar, que fue el destino final para muchos esclavos que pasaron por la Maison des Slaves, y que hoy en día es la principal fuente de riqueza de muchas familias togolesas.
DIA 6: Hoy tocaba despedirnos de nuestros anfitriones, de Louis y Martine. Habíamos pasado cuatro días completos con ellos y habíamos vivido unas experiencias que nunca nos hubiéramos imaginado vivir. Estábamos muy agradecidos de toda su hospitalidad y, hoy en día, gracias a la tecnología todavía estamos en contacto con ellos. Sabemos que la niña que Martine llevaba en la barriga nació el día 9 de Agosto del 2022 y que le pusieron el nombre de Laïa, con diéresis. Un nombre que les gustó mucho sentir a partir de nuestra visita con ellos.
Hicimos un último trayecto con el coche de Louis, que nos dejó en las afueras de Lomé dirección Kpalimé, el siguiente destino ya de camino hacia Ghana. De Lomé cogeríamos un taxi compartido para ir a una región de senderismo, cascadas y montañas… Pasábamos de la ciudad a una zona rural, mientras dejábamos atrás a una pareja de amigos que nos habían abierto literalmente las puertas de su casa y con aquí habíamos pasado unos días fantásticos en la tranquila ciudad de Lomé. ¡Gracias Louis y Martine!
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