La costa de Angola es uno de los litorales más bellos del continente africano. Es una costa escarpada y abrupta llena de playas vírgenes espectaculares, donde encontrarás muchos acantilados, piscinas naturales que se forman por las mareas y fantásticas puestas de sol en unos paisajes impresionantes. Con más de 1.200 kilómetros de costa, no encontrarás mucha infraestructura turística pero sí unos entornos que hace que sea de los tesoros más bellos del país.
La pesca es una de las principales riquezas de Angola. La corriente de Benguela pasa por delante de su litoral, haciendo que sea una zona con abundancia de pescados y marisco. Por eso, la costa de Angola también es un lugar donde encontrarás muchas barcas de madera a primera línea de la playa, cómo los pescadores las retiran del mar, cómo venden el pescado recién fresco, cómo descansan sobre la arena o cómo preparan y arreglan las redes. La mayoría de gente local vive de la pesca, y durante tu recorrido por la costa encontrarás algunas poblaciones como Tômbua o Namibe (Baía das Pipas y Mucuio, por ejemplo) que son algunos de los puertos más importantes del país.
Pero la costa de Angola no sólo son playas y pescadores. También encontrarás pueblos interiores con casas de barro muy bonitos que se mezclan con las desembocaduras de pequeños ríos y donde podrás ver escenas cotidianas muy africanas como, por ejemplo, gente lavando ropa o duchándose en el río. Y, como nos ocurrió a nosotros, diferentes grupos tribales que se han desplazado hacia el norte debido a las condiciones climáticas que han sufrido por ellos y por su rebaño (si quieres saber más sobre las etnias en Angola, puedes clicar aquí). Aparte, hay algunos paisajes únicos que puedes ver en la costa de Angola como los paisajes lunares del Miradouro da Lua, las formaciones rocosas de Colinas y Arco en Tômbua, el Quissama NP, la desembocadura del río Kwanza, las cataratas de Binga y las cuevas de Sassa en Sumbe; entre otros.
Uno de los paisajes más característicos de la costa sur de Angola es la presencia del desierto del Namib, que ocupa buena parte de Namibia (si quieres leer nuestra experiencia en este país, puedes clicar aquí), y parte de la costa que va de la frontera hasta la población de Tômbua. Si tienes la suerte de estar en esa zona durante un día de luna llena, podrás conducir en marea baja por el desierto pasando por un litoral impresionante de dunas y agua hasta llegar justo enfrente de San Martinho dos Tigres y de su bahía, un sitio totalmente aislado donde la arena del desierto es la principal protagonista acompañada de actores secundarios como la presencia de chacales, leones marinos y las oleadas del Océano Atlántico. ¡La costa de Angola también tiene desierto, uno de los más antiguos y más bonitos del planeta!
La costa de Angola también es donde encontramos algunas de las principales ciudades del país, como su propia capital, Luanda. Luanda es considerada una de las ciudades más caras de todo el mundo, con un skyline situado en el paseo marítimo formado por rascacielos inmensos; y una bahía donde descansan muchos barcos mercantes. También tiene alguna isla como Ilha de Cazanga y el bullicio característico de muchas capitales africanas, con una gran muchedumbre de personas arriba y abajo y una gran desigualdad entre diferentes barrios que puedes ver si conduces por la Via Expresso (la ronda que circunvala la ciudad) y por el paseo marítimo, por ejemplo. En cambio, en el sur encontramos algunas ciudades mucho más tranquilas como Benguela, Namibe o Lobito. Benguela es una ciudad con mucha vida local que está enclavada justo a la orilla del océano Atlántico, y de donde podrás disfrutar de un bonito paseo marítimo mientras ves cómo los niños juegan en la playa, diferentes jóvenes pasean enamorados mirando el horizonte del océano y personas mayores descansan sobre los bancos que se han formado con la construcción del dique que limita con el mar.
Y, por supuesto, la costa de Angola también tiene mucha historia. Allí fue donde desembarcaron los primeros portugueses que exploraban el continente e iban en busca de ese mundo desconocido que tenían ante sí; y allí, en algunos lugares como Praia do Sarico, también encontrarás historias de barcos hundidos y que han quedado enclavados recordando que el pasado de este país y de esa costa no se puede esfumar tan fácilmente.
Si visitas Angola, es imprescindible que recorras buena parte de su costa para entender la diversidad de este país, tanto a nivel de paisaje (donde encontrarás paisajes desérticos en el sur y paisajes más selváticos en el norte), a nivel de población (con pescadores, diferentes grupos tribales y personas de negocio en la capital), y a nivel de belleza (con playas vírgenes espectaculares, puestas de sol y una parte interior muy bonita de fotografiar). A continuación, detallaremos de sur a norte lo que por nosotros han sido los principales atractivos durante nuestro recorrido que hicimos en Angola en enero de 2022.
TÔMBUA
La primera parada que encontramos en el sur de la costa de Angola es la población de Tômbua o Tômbwa, una población costera de la provincia del Namibe situada en la playa de Porto Alexandre que tiene el puerto de pesca y petrolero más importante del país. La mayoría de su población se dedica a esa actividad.
Durante el gobierno colonial portugués, Tômbua fue uno de los principales puertos de África Occidental establecido por pescadores de origen portugués de Algarve y también pescadores de Póvoa de Varzim que dejaron Brasil por no perder la nacionalidad portuguesa. Debido a la industria del pescado, Porto Alexandre (ahora conocido como Tômbwa) obtuvo el estatus de ciudad en 1961. Actualmente, sigue siendo un buen lugar de pesca y bien situada si quieres visitar el desierto del Namib y Baía dos Tigres, ya que es la última población antes de entrar en la inmensidad del desierto.
En Tômbua, encontrarás los principales servicios como gasolineras, bancos y restaurantes. Estos últimos destacan por una cocina de pescado fresco y marisco muy buena. Por ejemplo, el restaurante Virei con un propietario carismático y entrañable como King y que se encuentra situado en el centro del pueblo. Allí cocinan sobre todo pescado y marisco fresco del día con un gran servicio. Es un punto de parada de mucha gente que visita la zona, y por tanto, muy recomendable reservar antes llamando al +244 923 356 372.
¿Cómo llegar?
Para llegar a Tômbua, la única opción es recorrer los 95 kilómetros que separan a esta población de Namibe. La carretera de Namibe a Tômbua es una de las mejores carreteras del país, asfaltadas y amplias en un trayecto donde te adentrarás ya en la parte desértica del Namib, y desde donde podrás desviarte para visitar algunos de los puntos imprescindibles que explicaremos en continuación. Aproximadamente, hay una hora de trayecto entre Namibe y Tômbua, donde pasarás (unos kilómetros antes de llegar a Tômbua) por la desembocadura del río Curoca (un río seco) donde hay un animado mercado local.
¿Qué hacer en Tômbua?
Tômbua es la puerta de entrada al desierto del Namib. Es la primera población que encontrarás en el sur de Angola, pero es casi inaccesible si vienes de la costa de Namibia. Por eso, la mayoría de gente llega desde Namibe. Las principales cosas que destacamos hacer una vez llegues a Tômbua son:
– Quedar impresionado de la visita al Arco o Lagoa dos Arcos
Arco era un oasis en medio del desierto del Namib que era el paraíso de todo ser vivo que se encontrara en la zona. Se podían ver muchos pájaros, reptiles… y era un lugar muy importante para las comunidades locales que vivían en la zona en lo que respecta al pasto y también a la pesca de peces del lago para la supervivencia. Esta laguna lleva desde el 2014 totalmente seca ya que no ha llovido en la zona desde este año.
Sin embargo, la zona es muy bonita de ver ya que el agua anteriormente presente provocó que las rocas se erosionaran y crearan un paisaje curioso. La parte más distintiva, y que de ahí viene el nombre, son los dos arcos de roca que hay justo en medio de lo que antes era la laguna.
Para llegar, se deben seguir las indicaciones desde la carretera principal que ponen Arco. El desvío que se dirige hacia el interior para ver Arco se encuentra a la derecha y a 13 kilómetros pasado el puente del río Curoca si vas de Tômbua a Namibe. Se puede aparcar fácilmente debajo del arco y explorar la zona desde allí, con opción de dormir de forma libre por estos paisajes más desérticos bajo la sombra de uno de los pocos árboles que todavía quedan. Cuando llegues, una persona del pueblo, vendrá a enseñarte la zona y pedirá al final una donación a la comunidad. Un paisaje diferente y hermoso para visitar durante tu recorrido por la costa de Angola.
– Adentrarte en Morros Vermelhos o Colinas
Estas curiosas formaciones rocosas se encuentran entre las poblaciones de Tômbua y Namibe. Es un sitio icónico de la zona, bonito para fotografiar y perderse durante un buen rato. Para llegar hay que seguir los carteles que ponen Colinas. Encontrarás el desvío de la carretera principal a unos 19 kilómetros pasado el puente del río Curoca si vas de Tômbua a Namibe. Tendrás que conducir dirección al Parque de Iona y a unos 9 kilómetros del desvío, desviarte hacia la izquierda para ir dirección a Colinas.
Estas formaciones rocosas miden hasta 25 metros de altura y han sido durante miles de siglos esculpidas por el viento. De tierra de color rojizo, reciben el nombre de Morros Vermelhos por su color y forma. Accesible en coche, es de entrada gratuita. Y, también, es un buen sitio para dormir de forma libre durante tu recorrido en Angola. Cerca, encontrarás también diferentes cañones y unas formaciones muy interesantes por descubrir.
– Visitar el desierto del Namib, navegar hasta la fantasmagórica población de São Martinho dos Tigres y conducir por el Death Acre
El desierto de Namib es uno de esos lugares que nunca olvidarás si lo pisas. Poder estar en uno de los desiertos más antiguos y áridos del mundo es una experiencia única e irrepetible. Sus dunas pueden alcanzar los 400 metros de altura y tienen una majestuosidad imponente. Este desierto compartido entre Angola, Namibia y Suráfrica cubre una superficie de 310.000 kilómetros cuadrados. Gracias a las nieblas originadas por la interacción de las aguas de la corriente de Benguela y los aires calientes del desierto, existen numerosas especies que viven de esta humedad en condiciones extremas.
Desde el año 1964, esta zona del norte del desierto del Namib ha sido proclamada parque nacional: el parque nacional de Iona, donde se están llevando a cabo labores de conservación de la zona, repoblando la vida salvaje que habitaba antes de la guerra civil y trabajando conjuntamente con las comunidades. También, a partir de 2020, este parque se ha unido con el parque de la costa de los esqueletos de Namibia y el parque nacional de Naukluft haciendo que sea una sola área natural en la que los animales pueden atravesar libremente sin entender de fronteras.
Para llegar, tendrás que tener en cuenta que sólo se puede acceder cuando es luna llena y marea baja, ya que de esta forma hay un pequeño espacio entre el mar y el desierto para pasar con el vehículo, conocido también como el Death Acre. Por tanto, sólo es accesible unos pocos días al mes. Nosotros tuvimos la suerte de poder estar allí durante ese momento, y realmente ha sido una de las experiencias más espectaculares de nuestro recorrido en Angola. Es muy recomendable realizar este trayecto acompañado de algún coche de seguridad y de alguna persona de la zona.
Baía dos Tigres, llamada así por los colores amarillos y negros de las dunas que recuerdan al animal del que recibe el nombre, es una bahía que se encuentra rodeada de dunas del desierto y que limita con las olas del océano Atlántico. Poder ver en un mismo momento el mar y las dunas es una experiencia que siempre recordaremos. Muchas agencias, cuando hay luna llena y marea baja, ofrecen la opción de dormir una noche en el desierto en un campamento para aprovechar e ir a ver en barca a la población de São Martinho dos Tigres, uno de los lugares icónicos de la costa angoleña. A pesar de ser una experiencia cara de hacer (una noche el desierto y dos días de recorrido), a nosotros nos gustó mucho disfrutar de esta conducción por el desierto, las puestas de sol en el horizonte del océano Atlántico y sentado en una duna y navegar por las aguas del océano para descubrir un lugar muy especial.
São Martinho dos Tigres es un pueblo fantasma pesquero que fue creado en 1860 en la época de la colonización portuguesa de Angola con el objetivo de ser un núcleo económico de pesca del país y de la zona. El gobierno colonial portugués envió muchos pescadores de Algarve con gran experiencia de pesca a la Baía dos Tigres y creó lo que más tarde sería, el pueblo de São Martinho dos Tigres.
Esta población fue creciendo hasta convertirse en el mayor centro pesquero del país. De repente, el pueblo que se encontraba situado en una península de la Baía dos Tigres se encontró aislado del continente por culpa de que las fuertes olas fueron erosionando la península por un extremo, originando que la península se convirtiera en una isla en 1962. A partir de ese momento la prosperidad del pueblo fue decayendo primero por culpa de la dificultad de la distribución de agua potable en la isla y después por causa de la guerra civil, que provocó que sus habitantes se marcharan. Posteriormente, el gobierno angoleño intentó volver a repoblar la zona varias veces pero sin éxito. Actualmente, São Martinho dos Tigres, es una población abandonada y fantasma en una isla de 37 kilómetros de longitud y ubicada a 10 kilómetros de la costa de Baía dos Tigres.
– Encontrar una Welwistchia Mirabilis en medio del desierto
El símbolo de la provincia del Namibe es la planta de Welwisthia Mirabilis. Es una planta que sólo existe en esa parte del mundo y que vive en medio del desierto. Es una planta única y muy curiosa que se ha adaptado a un hábitat totalmente inhóspito. Su vida útil va de 400 a 1.500 años. Los sexos están separados, es decir, existen plantas masculinas y plantas femeninas. Se cree que se polinizan a través de insectos (hay quien dice escarabajos y otros un tipo de avispa). Las semillas se dispersan por el desierto debido a la acción del viento (ya que tienen como unas alas que facilitan que recorran largas distancias) y sobreviven durante varios años. Sólo germinan si hay lluvia intensa durante un período de varios días. Como estas condiciones se dan rara vez, muchas plantas de algunas colonias tienen la misma edad, ya que todas germinaron el mismo año. Las plantas, una vez establecidas, dependen de la niebla para sobrevivir hasta que se produzcan las siguientes lluvias. Las plantas raramente se encuentran a más de 100 a 150 km de la costa. Si tienes la posibilidad de cruzar el desierto del Namib, intenta encontrar alguna y serás testigo de una de las pocas plantas de origen prehistórico que todavía quedan.
¿Dónde dormir en Tômbua?
– Flamingo Lodge: Este lodge está situado en un entorno espectacular, al principio del desierto del Namib, en medio de acantilados y frente a una playa virgen. Es un lugar aislado, pero cuya belleza reside básicamente en esto, al estar en medio de la naturaleza y de los paisajes espectaculares que ofrece. Este lodge dispone de bungalows rústicos con baños privados. Frecuentado principalmente por pescadores en busca de «peces grandes», este alojamiento tiene mucho más que ofrecer y es un lugar perfecto para explorar la zona. También, desde allí organizan excursiones en el Desierto del Namib y en São Martinho dos Tigres. Piensa que para llegar es imprescindible un 4×4 puesto que pasarás por zona desértica llena de arena. Si quieres más información, puedes clicar aquí.
NAMIBE
Moçamedes es la ciudad formalmente conocida como Namibe. Destaca por ser una ciudad tranquila, con su gran puerto de pesca y de transporte de minerales del interior del país (hierro, diamantes…), actividades principales de la mayoría de la población que vive allí. Fue creada a mediados del siglo XIX por colonos de origen portugués que vieron el gran potencial que tenía este punto clave entre el Atlántico y el Desierto del Namib y gracias a la conexión ferroviaria construida posteriormente, ha hecho que esta localización creciera hasta en el punto de ser actualmente una de las ciudades más prósperas y la tercera más poblada del país.
¿Cómo llegar?
Existen varias posibilidades para llegar a esta ciudad situada al suroeste del país, justo al lado del desierto más antiguo del continente:
Por aire, tendrás que volar a Luanda y luego tomar un vuelo interno con destino al aeropuerto internacional de Welwitschia Mirabilis (Namibe) a través de la empresa TAAG Linhas Aéreas de Angola o con la empresa Fly Angola. Aproximadamente, el viaje dura 1 hora de Luanda a Namibe.
Por tierra, la opción más fácil es ir en coche propio o de alquiler. Si vas en coche y vienes de Namibia o del interior del país, pasarás primero por la ciudad de Lubango. Namibe se encuentra a unos 200 kilómetros de allí. Para llegar, podrás cruzar la mítica Sierra de Leba (para saber más podéis clicar aquí), un recorrido de curvas que desciende de las alturas de la montaña de Lubango hasta la llanura desértica de la provincia de Namibe; o llegar a través de Quilemba y Bibala por un paso de montaña también muy bonito y menos concurrido que la Sierra de Leba. Después de llegar a Chicolongilo y una vez tengas las montañas detrás, tendrás que conducir por rectas largas y con un asfalto donde tendrás que estar atento para esquivar los diferentes agujeros que encontrarás por la EN280 durante 100 kilómetros para llegar a Namibe. Irás siguiendo, en muchas ocasiones, la vía del tren y pasarás por la emblemática población de Caraculo, un lugar donde el dictador Salazar quería realizar un proyecto faraónico para poblar el desierto, hasta llegar a Cambongue, a las afueras de la ciudad, y cruzar el río Bero para entrar ya en la ciudad de Namibe.
Si vienes de la costa y del norte, como por ejemplo Benguela, Lucira o Praia do Soba, la mejor forma para llegar es conducir por la EN100, una carretera que están arreglando y que está asfaltada desde Lucira hasta llegar al cruce principal de la EN280, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Namibe. Esta carretera está en muy buen estado, y pasa por los acantilados de Bentiaba y por los desvíos hacia Piambo o Praia de Soba. Desde Lucira al desvío, hay unos 160 kilómetros. Sin embargo, debes tener en cuenta que de Lucira hacia el norte, encontrarás unos 85 kilómetros de carretera de tierra que tendrás que ir muy despacio. Por eso, si vienes de Benguela en coche, puedes seguir la ruta de la costa haciendo el trayecto Benguela-Lucira-Namibe; o también puedes pasar por el interior en una carretera de asfalto para realizar el trayecto Benguela-Lubango-Namibe. Nosotros recomendamos que hagas la primera opción, puesto que a pesar de estos 85 kilómetros de tierra, el paisaje es muy bonito de ver.
También existe la posibilidad de utilizar el transporte público. Hay un autobús que va desde Luanda a Gamek o al barrio de São Pablo a Namibe con las líneas de Macon o de AngoReal. Desde Lubango, se puede utilizar también el tren de la compañía Caminhos de Hierro de Benguela (CFB). Para comprar los billetes, podéis ir a la Estación de Tren de Moçamedes.
¿Qué hacer en Namibe?
– Visitar el centro de la ciudad de Namibe
Esta ciudad de origen portugués tiene un encanto especial. Si paseas por el centro de la ciudad (puedes hacerlo tranquilamente a pie) disfrutarás de ver edificios con fachadas de colores de arquitectura portuguesa, calles amplias con aceras, iglesias junto al mar como la Paróquia de Santo Adrião. También un punto clave de la ciudad es el mercado llamado Mercado 5 de Abril, donde podrás comprar todo tipo de productos frescos de la tierra.
Al ser una ciudad marítima, en Namibe también se puede comer muy buen pescado. Puedes pasear por su paseo marítimo (conocido como la Marginal) mientras disfrutas de la vista de la pequeña bahía de Namibe, un puerto frenético de actividad. Allí podrás encontrar diferentes restaurantes y cafés donde parar mientras comes un poco de pescadito, bebes un vino portugués y disfrutas de una buena vista hacia el océano. Nosotros almorzamos en el restaurante Clubs Náutico Moçamedes, popular por sus platos de pescado y marisco. Dispone de una terraza con un ambiente agradable donde ves el mar y puedes almorzar o cenar con la suave brisa del mar. Nosotros comimos marisco, pescado y una botella de vino blanco por 25 euros por persona.
Uno de los cafés más populares de la ciudad de Namibe es el Café Girassol, un local donde la gente se reúne de buena mañana para tomar un buen café acompañado de un pastel de nata típicamente de influencia portuguesa que asegura que empieces muy bien el día. Namibe es una ciudad con mucha vida local que vive y trabaja junto al mar. Una ciudad agradable y calmada para recorrer durante tu trayecto por la costa de Angola.
– Ver a los pescadores cuando llegan a Baía das Pipas
A unos 30 kilómetros al norte de Namibe y siguiendo la costa (sin tomar la EN280 que va hasta Lubango o el desvío hacia Lucira), encontramos unas carreteras donde dejamos el asfalto por la carretera de tierra. Baía das Pipas, se encuentra situada en medio de acantilados abruptos, donde su población (de unos 500 habitantes) se dedica básicamente a la pesca.
Cada día por la mañana, podrás ver el trabajo frenético de sus habitantes cuando llegan las barcas de pesca, descargando el pescado, seleccionándolo y poniéndolo en cajas, cosiendo las redes… Todo ello en un paisaje espectacular más desértico y dónde también podrás bañarte en las aguas del océano. Se aconseja explorar la zona con un 4×4 (no es imprescindible) que hará que el viaje sea más fácil y tranquilo, ya que la carretera no es asfaltada.
– Disfrutar de la tranquilidad del pequeño pueblecito pescador de Mucuio
Otra de las poblaciones hermosas que visitar si estás en la zona, es el pueblo pescador de Mucuio que se encuentra a unos 8 kilómetros al norte de Baía das Pipas, y a unos 40 kilómetros de Namibe. Con una hermosa playa, podrás ver la vida cotidiana de un pueblo de no más de 20 casas. No es un lugar turístico, la gente encantadora te preguntará de dónde vienes y se interesarán en lo que haces. Tómate un baño en la playa, visita la pequeña escuela o siéntate bajo una sombra de un árbol con un pescador cosiendo sus redes mientras te cuenta historias del mar.
¿Dónde dormir en Namibe?
– Lodge Vila Doroteia: Lodge situado en Praia Amelia, justo al lado de la ciudad de Namibe. Es una buena opción si no te quieres alojar en medio de la ciudad, mucho más tranquila y con mejores vistas. Tiene una playa cuidada y bonita donde se ve la ciudad de fondo. Bar y restaurante bonitos y donde se come muy bien. Nosotros comimos por 13 euros por persona una ensalada de pulpo, almejas y un buen lenguado fresco. Dispone de bungalows (con un precio de 15.000 Kwanzas aproximadamente) y también de un camping que cuando nos alojamos estaba bajo renovación (tendrá un precio de 3.000 Kwanzas para dos personas y un coche). Para más información, puedes consultar su web aquí.
– Residencial Sol e Mar: Situado en el centro de la ciudad, este pequeño alojamiento tiene aires familiares. Dispone de habitaciones con baño privado, televisión y wifi. Tiene un restaurante de cocina tradicional y casera, y es uno de los mejores lugares si quieres estar en la ciudad. Puedes consultar su web aquí.
– Hotel Chik-Chik: El Chik-Chik Namibe se encuentra a 1,6 km del hospital. Es un hotel de nivel económico alto, con habitaciones amplias y decoradas en un estilo clásico. Ofrece conexión Wi-Fi gratuita y aparcamiento privado gratuito en el establecimiento. Puedes consultar su web aquí.
PRAIA DO SOBA Y PIAMBO
La playa de Soba es una de las playas que nos gustó más de Angola y ¡la disfrutamos un montón! En medio de acantilados y desierto, esta playa limpia y de agua clara, se impone en el paisaje como un espejismo. Es una playa privada, es decir, pertenece al lodge que recibe el mismo nombre; y su entorno es espectacular. Si tienes suerte podrás ver ballenas, delfines o tortugas y también podrás adentrarte en algunas de las cuevas que de forma natural se han creado en esta parte de la costa de Angola.
A pocos kilómetros al norte de Praia do Soba (pero a una distancia de una hora en coche porque tienes que dar toda la vuelta para llegar), encontramos la zona de Piambo, un lugar con una población local donde encontrarás un faro y unas pequeñas piscinas naturales que se forman durante la marea baja. Esta parte de costa entre Namibe y Lucira destaca por ser una costa totalmente salvaje, con casi nada de infraestructura turística, difícil de llegar pero con unas vistas increíbles. Una parada obligatoria durante tu recorrido en la costa de Angola.
¿Cómo llegar?
Praia do Soba y Piambo se encuentran situados entre las poblaciones de Namibe y Lucira. Para llegar, será necesario que llegues hasta el desvío de la carretera principal (EN100) que va entre estas dos poblaciones, y que está muy bien asfaltada y en buen estado. Este desvío se encuentra a 30 kilómetros del inicio del EN100 viniendo de Namibe y que sale de la carretera principal que va hasta Lubango; o a 135 kilómetros de Lucira (pasando por Bentiaba) si vienes del norte.
A partir de este desvío, la carretera se transforma en una carretera de tierra y de piedras donde tendrás que ir a una velocidad muy reducida para no dañar tu vehículo. En ciertas zonas, es recomendable un 4×4 por las grandes pendientes que encontrarás, aunque también puedes acceder a ellas por ciertas rutas ya marcadas con un 2×4.
No vayas despacio sólo para cuidar de tu vehículo, sino también para disfrutar del trayecto que pasa por medio de zonas totalmente desérticas de rocas y que va ascendiendo y descendiendo diferentes montañas hasta llegar a los 20 kilómetros a la Praia do Soba, o hasta Piambo al cabo de unos 27 kilómetros. Cuenta que tardarás entre 45 minutos y 1 hora en realizar estos kilómetros que salen desde la carretera principal EN100.
¿Qué hacer en Praia do Soba y Piambo?
Bienvenido a algunas de las mejores playas que encontrarás en tu recorrido de la costa de Angola. Aquí podrás pasar varios días. Nosotros, como actividades, recomendamos:
– Disfrutar de la playa de Soba y ver su puesta de sol
El atractivo principal de la playa de Soba es la playa en sí. Es una playa que está cuidada y limpia. Disfruta de ella tomando el sol, bañándote (cuidado con las corrientes marinas) y descubriendo sus lugares cercanos. Hay diferentes caminos que puedes hacer a pie para descubrir la zona y sobre todo no olvides entrar en la gruta que hay a la derecha de la playa, ¡es un lugar mágico!
Cuando se pone el sol, pide una cerveza y ¡disfruta del espectáculo de colores del cielo! Y otro día, también puedes ver la puesta de sol desde el otro extremo donde se encuentra la gruta y donde podrás ver cómo se apaga el día con una vista donde tendrás el agua del mar, la forma de las rocas y el horizonte del sol y el cielo delante de ti.
– Acampar en una cueva natural de la playa
Aparte del alojamiento en pequeños chalés, en Praia do Soba podrás acampar justo al pie de la playa dentro de una gruta creada hace muchos años por el mar. Acampar en este lugar tan singular es fascinante, aparte de que te resguarda del calor del mediodía y disfrutas de todas las facilidades: agua, ducha y aseo, un fregadero para lavar platos… Este camping, que es de pago, pertenece a Praia do Soba, y allí podrás disfrutar de la tranquilidad y el ruido del mar en un entorno fabuloso.
– Visitar el faro de Piambo y sus piscinas naturales
Cerca de Praia do Soba, se encuentra el faro de Piambo. Para llegar, debes volver hacia el interior y desviarte en un camino dirección a Piambo en un trayecto de alrededor de 45 minutos-1 hora debido al estado de la carretera. Sin embargo, el trayecto pasa por paisajes rocosas muy bonitos con vistas al mar. Una vez allí, podrás dejar el coche e ir andando descubriendo los distintos sitios alrededor de Piambo.
Podrás, por ejemplo, ir a visitar las marismas de Piambo y una pequeña población local que vive de la pesca; pasear por esta parte de la costa que se caracteriza por ser una zona llena de acantilados y pequeñas calitas de arena dorada, y disfrutar de una bonita excursión mientras hablas con la poca gente local que encontrarás.
Además, junto al faro y a su izquierda mirando el mar, hay un pequeño camino que te conducirá hasta unas piscinas naturales que se crean cuando la marea está baja entre las rocas. Sólo es recomendable bañarse cuando el mar está tranquilo y la marea es baja (algunos pescadores nos advirtieron que si no es peligroso, y nosotros incluso tuvimos un pequeño susto por la fuerza de las olas). Así que llévate el bañador y unos escarpines para protegerte los pies de las rocas afiladas y poder disfrutar de este lugar tan bonito como es Piambo.
¿Dónde dormir en Praia de Soba y Piambo?
– Praia do Soba Lodge: Este alojamiento se encuentra situado en lo alto de un acantilado y a sus pies se encuentra la playa privada a la que se accede a través de una escalera o una pequeña carretera para los coches que se alojan en el camping. Dispone de chalés de diferentes dimensiones para acoger parejas o familias, así como de un camping en la playa. A su vez, tiene un bar restaurante encarado totalmente a la playa y al mar con una pequeña piscina. Sus propietarios Andrea y Chris, te darán una cálida bienvenida y te acogerán como uno más de la familia. Por la noche, tienen un buffet libre para cenar con una comida de muy buena calidad. Si tiene la oportunidad de disfrutar de este pequeño paraíso, no dudes en contactar con ellos a través del teléfono de Andrea en el +244 922 502 665 o a través de su web.
BENGUELA Y LOBITO
Estas dos ciudades se encuentran ubicadas justo al lado del océano Atlántico, al oeste del país. La primera, Benguela, es la segunda ciudad colonial portuguesa que se fundó en 1617. Es conocida por sus playas de alrededor, su pescado y marisco y el buen clima. Es una ciudad muy fácil de moverse, donde se puede pasear tranquilamente por sus avenidas a pie y donde la gente que te vas cruzando te sonríe y te saluda con un : «Bom dia!».
Pero Benguela también tiene un pasado más oscuro. Se dice que desde su puerto salieron millones de esclavos africanos hacia Sudamérica, desde Praia Morena, la playa de la ciudad, los embarcaban directamente dirección Salvador da Bahia en Brasil. Paradójicamente, este pasado colonial también ha dado a la ciudad un encanto especial puesto que sus calles están llenas de edificios, iglesias, palacios y plazas de un estilo portugués muy interesante a visitar.
La segunda ciudad, Lobito, es la tercera más poblada del país después de Luanda y Lubango. Tiene el segundo puerto marítimo más importante del país donde se transportan minerales que vienen de los Congos y Zambia así como productos frescos del interior que llegan gracias a la infraestructura ferroviaria que tiene la ciudad. La parte de la bahía de la ciudad y la península que sobresale es una de las zonas donde la gente local va a relajarse y a darse un baño.
Si vienes del sur de la costa de Angola, aquí es donde podrás encontrar dos ciudades que están situadas muy cerca entre sí, y que forman un núcleo muy interesante y bonito para disfrutar de su gente y ver cómo se desarrollan estas ciudades marítimas en un entorno muy poblado pero muy agradable.
¿Cómo llegar?
Benguela y Lobito son dos ciudades que se encuentran ubicadas a unos 30 kilómetros de distancia entre ellas. Benguela está ubicada en la parte sur, mientras que Lobito está más al norte de la costa de Angola. Para conducir entre las dos poblaciones, existe una buena carretera (EN100) donde podrás realizar el trayecto tranquilamente en 30 minutos. El único inconveniente es el tráfico que puedes encontrar en las salidas y entradas de la ciudad, así como los diferentes controles policiales con radares que existen en esta zona.
Si vienes del sur de la costa de Angola, la primera ciudad que encontrarás será Benguela. Para llegar, puedes hacerlo a través del recorrido Namibe-Lucira-Benguela pasando por la costa y de esta forma, visitando algunos de los lugares más espectaculares de la costa como Praia de Soba o Piambo; o bien, a través del recorrido Namibe-Lubango-Benguela, descubriendo una de las ciudades con uno de los entornos más bonitos del país como Lubango (si quieres leer nuestra experiencia allí, puedes clicar aquí).
Si vienes por la parte de costa y Lucira, tendrás que conducir unos 85 kilómetros en una carretera de tierra (pero que actualmente están en proceso de asfaltarla) de Lucira hasta la pequeña población de Cimo, y desde allí conducir unos 100 kilómetros más en buen asfalto y pasando por la hermosa población de Dombe Grande, hasta llegar a Benguela. A unos 17 kilómetros antes de llegar a Benguela, encontrarás un cruce en el que si vas hacia la izquierda te dirigirás hacia las playas de Caotinha, Baía Farta y Baía Azul. Aproximadamente, de Namibe (o Praia do Soba) a Benguela pasando por Lucira hay un trayecto de unas 6 horas.
En cambio, si vienes de Lubango, no será necesario que vayas directamente hasta la costa, y podrás conducir durante unos 360 kilómetros hasta llegar a la ciudad de Benguela, pasando por la EN105 hasta llegar a Cacula, y allí continuar por la EN105 (que entonces se convierte en EN260) hasta llegar a Benguela pasando por la población de Catengue. Es un trayecto de asfalto donde en algunas zonas encontrarás distintos agujeros en la carretera, y que podrás realizar en un trayecto de aproximadamente 5 horas y media.
Si vienes del norte (Luanda), la primera ciudad que encontrarás es Lobito, donde llegarás a través del EN100. Desde Luanda, pasarás por las principales poblaciones de Cabo Ledo, Porto Amboim o Sumbe en una carretera donde el paisaje es totalmente verde y muy distinto que la parte sur de la costa de Angola. De Luanda a Lobito, hay un total de 510 kilómetros que podrás realizar en unas 6-7 horas.
¿Qué hacer en Benguela y Lobito?
– Dar un paseo a pie por el centro de Benguela y disfrutar del atardecer en Praia Morena
El centro de la ciudad de Benguela es un paraíso para pasear por ella. Ciudad de avenidas amplias donde se puede llegar fácilmente a todas partes del centro a pie, podrás visitar el Teatro Monumental; el Museo de Arqueología que es uno de los edificios más viejos de la ciudad y donde «almacenaban» los esclavos hasta enviarlos al nuevo continente; la catedral de Fátima con su estructura triangular y la iglesia de Pópulo del siglo XVII construida con piedras provenientes de Brasil que llevaban los barcos cuando volvían de llevar a los esclavos; el Palacio das Bólas de 1920…
Una vez cansado de tanta caminata y tantos monumentos, por el atardecer te aconsejamos que vayas al paseo marítimo de Praia Morena y verás la actividad que toma esta parte de la ciudad durante la puesta de sol o los fines de semana: familias paseando, amigos escuchando música y bailando, niños bañándose en la playa, gente haciendo deporte… Siéntate en alguna de las terrazas bebiendo una Cuca o una N’gola (cervezas de Angola) y disfruta de la puesta de sol.
– Visitar las tres playas más bonitas cerca de Benguela: Baía Farta, Baía Azul y Caotinha
Estas tres playas situadas en el sur de Benguela son de las mejores que hay en la zona. Para llegar, tendrás que conducir 17 kilómetros dirección al sur, y allí una vez encuentres el desvío que va hacia Dombe Grande, desviarte dirección al mar para encontrar estos tres bonitos lugares que suelen estar muy concurridos durante el fin de semana . Si te quieres parar antes de comer o tomar una bebida, Tudo na Brasa, situado a unos 3 kilómetros a las afueras de la ciudad de Benguela dirección a las playas, es un lugar ideal ya que realizan todo tipo de comida tradicional de Angola y también de origen portugués, con un plato del día muy económico.
La playa más alejada de Benguela, a unos 25 kilómetros, es Baía Farta, una población totalmente pesquera que disfruta de una playa larga en la que los pescadores se reúnen para pintar sus barcas, vender el pescado, arreglar las redes… Allí, sin prisa, podrás ver cómo transcurre la vida local en torno al mar.
Baía Azul es la playa más turística de las tres. Hay muchas casas que son segunda residencia de muchos angoleños que van a pasar el verano y también podrás encontrar muchos restaurantes donde poder comer un buen pescado a la brasa. Te podrás bañar en su playa y disfrutar de una hermosa caminata mientras te acercas a algunos de los acantilados y desconectas durante tu recorrido por la costa de Angola.
Por último, la playa de Caotinha es, para nosotros, la playa que más nos gustó. Situada junto a Caota, las playas de Caotinha son de agua transparente y vírgenes, sin presencia de demasiada gente y donde los acantilados desérticos se encuentran con el océano. Un sitio muy tranquilo para bañarte en sus tranquilas aguas y descansar en un paraje realmente increíble.
– Visitar la población de Dombe Grande
La costa de Angola no son solamente playas y pueblos junto al mar. También puedes encontrar algunas poblaciones locales muy bonitas, como por ejemplo Dombe Grande. Esta población se encuentra a unos 60 kilómetros al sur de Benguela, siendo un pequeño oasis en medio del terreno árido de esta parte de Angola.
Dombe Grande es una población que nos gustó mucho por la vida que se respira. Es un lugar muy agrícola debido a la gran presencia de agua, y esto se nota con el paisaje. También está el río Coporolo donde la gente hace vida, ya sea para lavar la ropa, lavar los platos, tomar agua por casa o ducharse.
– Pasear por la Península de Lobito
Lobito es una ciudad bastante caótica, donde sólo encontrarás la tranquilidad si visitas el pequeño brazo que sobresale en el agua, y que está rodeado al este por la Baía do Lobito (y donde hay un proyecto de construir uno de los puertos más importantes del país) y al oeste por el océano Atlántico. Allí, en esta pequeña península se encuentran los principales restaurantes y alojamientos, así como también muchas de las casas acomodadas de la ciudad.
Podrás andar por la playa de Lobito y allí disfrutar de una bebida en algunos de los distintos bares y restaurantes que están a primera línea de la playa. También podrás pasear por las calles interiores o ir al otro lado a ver la bahía de Lobito. Como curiosidad, en este pequeño pedazo de Lobito podrás encontrar, en una rotonda, uno de los barcos más icónicos del país: el barco Zaire.
Este barco es el que utilizó José Eduardo dos Santos el 7 de noviembre de 1961. Quien fue, años más tarde, presidente del país huyó al exilio con seis compañeros más dirección al RDC Congo cruzando lo que se conocía como el río Zaire. Allí, y en el contexto de la lucha armada a la que estaba sometido el país, coordinó el movimiento del MPLA, el Movimiento Popular por la Liberación de Angola (si quieres saber más sobre la historia reciente de este país , clica aquí). Tardaron 7 días en llegar a su destino, y una vez terminada la guerra, este barco se ha conservado como símbolo nacional para muchos angoleños en la población de Lobito.
¿Dónde dormir en Benguela y Lobito?
Nosotros estuvimos una semana entera en esta zona porque encontramos a unos amigos que no nos dejaban marchar. Dormimos en su casa, con una gente totalmente hospitalaria y a la que estamos muy agradecidos. A continuación, destacaremos algunos alojamientos que hemos encontrado por Internet por si es de vuestro interés:
– Nancy’s Guesthouse: Esta guesthouse ubicada en el centro de Benguela, tiene habitaciones dobles con baño privado a un precio de 6.000 a 8.000 Kwanzas. Dispone de aparcamiento y se encuentra a poca distancia a pie de la playa y del centro. Puedes consultar más información en su web.
– Casa Rosa Hotel Residence: Este pequeño hotel situado en la península de Lobito es una buena opción económica si quieres pasar la noche en la ciudad. Situado en una zona tranquila, dispone de habitaciones individuales por unos 7.000 Kwanzas y habitaciones dobles por unos 10.000 Kwanzas. Para más información, puedes llamar al +244 997 700 701.
SUMBE
La zona de Sumbe es una zona más desconocida por el sector turístico del país, pero que tiene unas cuantas joyas a descubrir que creemos que pueden ser un buen punto de parada de camino al norte o al sur de la costa de Angola, en función de la dirección que vayas. La ciudad de Sumbe, también conocida como Novo Redondo, no tiene demasiado que ofrecer pero en sus alrededores podrás visitar unas cascadas muy bonitas en un entorno diferente y una de las cuevas más grandes del país, en la región del Kwanza – Sul.
¿Cómo llegar?
Sumbe es una población marítima que se encuentra a unos 180 kilómetros al norte de Lobito. Para llegar, tendrás que seguir la EN100 en una carretera asfaltada que pasa a través de un paisaje más verde que el sur de Angola y pasar por la hermosa población de Kikombo. Si vienes del norte, es decir de Luanda, la mejor manera de llegar a Sumbe es bajar por la carretera de costa EN100 que pasa por Cabo Ledo y Porto Amboim. Desde Luanda, existe una distancia de 330 kilómetros por una buena carretera que podrás recorrer entre 4 y 5 horas.
Tal y como hemos dicho, en Sumbe los principales atractivos turísticos los encontramos a su alrededor, es decir, en Binga y en las cuevas de Sassa. Para llegar a Binga, tendrás que conducir por la EN240 que sale del norte de Sumbe y no desviarte hacia Porto Amboim cuando encuentres el desvío a unos 15 kilómetros de la ciudad. Desde este desvío, Binga se encuentra a unos 27 kilómetros que podrás realizar tranquilamente en 20-30 minutos en una carretera de asfalto muy bonita que tiene algún que otro agujero en medio de la carretera. También puedes llegar a Binga a través de Gabela y Quibala que se encuentran ya en el interior del país.
Para llegar a las cuevas de Sassa, tendrás que pasar la ciudad de Sumbe y justo al sur de esta población, cuando encuentres el cruce que va hacia la EN100 dirección a Lobito y que está junto a dos grandes hoteles, girar y conducir por la EN245 hasta llegar a los 7 kilómetros al desvío que te llevará hacia las cuevas de Sassa. A partir de ahí, la carretera se convierte de tierra pasando por unas cuantas casas hasta que al cabo de un kilómetro tendrás que dejar el coche y dirigirte a las cuevas a pie. Puedes ir sin guía, aunque encontrarás muchos niños que te querrán acompañar a cambio de una pequeña propina de comida o dinero.
¿Qué hacer en Sumbe?
– Conducir por el bonito tramo de carretera que va a las Cascadas de Binga y hacer un picnic allí
Estas cataratas situadas a pocos kilómetros de Sumbe y cerca de Conda donde brotan aguas termales, son una buena excursión de medio día para descubrir la zona. La carretera va siguiendo el curso del río Keve, que inunda campos fértiles en medio de palmeras y pasa en medio de colinas verdes de vegetación. Un recorrido muy bonito donde, de repente, a lo lejos, verás las cataratas pequeñas pero imponentes de Binga que se erigen en un acantilado.
El Parque das Cachoeiras es la zona más cercana donde tendrás una buena panorámica de las dos cataratas y en función del caudal del río podrás bañarte. Antes, siempre pregunta a la gente de allí para saber si hay algún cocodrilo cerca de la zona. Para entrar en las cataratas tendrás que pagar una entrada de 250 Kwanzas por persona. Tiene una amplia zona de barbacoa y de picnic, y también para los más perezosos, un restaurante en el que podrás encargar algo para comer. Existe la posibilidad de acampar justo al lado del río.
Visitar las Cascadas do Binga es una hermosa excursión para realizar durante tu recorrido de la costa de Angola y disfrutar de paisajes diferentes y poblados muy bonitos que se encuentran muy cerca del océano.
– Adéntrarse dentro de las Grutas da Sassa como si fueras el primer explorador/a que las ha descubierto
Las cuevas de Sassa se encuentran a unos 3 km al este de la ciudad de Sumbe, en la provincia de Kwanza-Sul. Tienen un aire misterioso y místico, siendo una zona muy importante para los habitantes de la zona. Las puedes visitar tú solo, pero piensa que cuando llegues arriba en el punto donde dejarás el coche, encontrarás a muchos niños que te querrán acompañar hasta las cuevas. Aunque les digas que no, ellos te seguirán mientras observan fijamente todos los detalles de tu ropa, tu cara, tu piel y tu pelo…
La excursión a pie comienza desde la población de Sassa donde será necesario que bajes la montaña justo hasta el nivel del cauce del río Cambongo que desemboca en Sumbe. Después de bajar estos casi 100 metros de desnivel por un camino de unos 2 kilómetros, verás imponente la entrada de la cueva: un agujero triangular. Esta cueva también es conocida por los locales como Gruta Santa o Furnas de Deus. Se dice también que antiguamente sirvió de refugio a mucha gente que no quería pagar impuestos. También hay unas cuantas historias orales y leyendas en torno a estas cuevas sobre seres mágicos que habitan allí.
Una vez entres dentro, la oscuridad, la humedad y el frío te invadirán. Hará falta que abras la linterna y que tus ojos empiecen a acostumbrarse a la oscuridad. Una vez hecho, podrás empezar a disfrutar del espectáculo: estalactitas y estalagmitas, paredes de roca caliza con ondulaciones formadas por la erosión del río que pasaba por allí, ruidos de murciélagos… De hecho, los excrementos de estos murciélagos son recogidos por los agricultores de la zona y utilizados como abono fertilizante para sus tierras.
Las Grutas da Sassa son una maravilla aún desconocida por mucha gente del país que si tienes la oportunidad de descubrir, te sentirás como Indiana Jones descubriendo lugares totalmente casi intactos de Angola.
CABO LEDO
Cabo Ledo es uno de los destinos más bellos de la costa de Angola. Es un pueblo de pescadores que tiene unas playas vírgenes y muy bonitas, junto a acantilados. Situado a una distancia relativamente corta de Luanda, durante el fin de semana suele llenarse de gente que va a desconectar y descansar en las fabulosas playas que hay en esta zona, gracias en parte a la diferente infraestructura turística que encontramos.
Es un destino ideal para aquellos que les guste hacer surf, ya que en Cabo Ledo encontramos la Praia dos Surfistas. Pero no sólo todo se centra en torno a este deporte. En esta playa, también podrás realizar largas caminatas mientras contemplas la puesta de sol, o avanzar hasta la playa de Cabo Ledo para ver cómo viven y trabajan los pescadores.
Cabo Ledo está situado dentro de uno de los parques nacionales más importantes del país, como es el Quissama NP. Este parque nacional nació en 1957, ya que antes era una reserva de caza. A partir de la «operación Arca de Noé», se transportaron animales de otros parques africanos que tenían excedencia y los reintrodujeron de nuevo en el parque. Actualmente se pueden ver elefantes, el antílope del Sable, búfalos, pájaros estacionales…
Si no quieres adentrarte en el Quissama NP, podrás conducir en una excursión de medio día por algunas de las carreteras asfaltadas que atraviesan esta gran área y dirigirte a algunas poblaciones icónicas del país como es Muxima, situado a orillas del río Kwanza y que destaca por ser la Lourdes de Francia o la Montserrat de Cataluña, un pueblo de peregrinación por los católicos para ir a venerar a su Virgen.
Cabo Ledo es un destino genial si quieres pasar unos días en un alojamiento que disponga de todos los servicios, desconectar y descansar, disfrutar de la playa y realizar pequeñas salidas para descubrir el entorno de esta parte de la costa de Angola.
¿Cómo llegar?
Cabo Ledo se encuentra situado a 113 kilómetros al sur de Luanda, siguiendo la EN100. Los podrás recorrer en un trayecto de aproximadamente 2 horas pasando por el Miradouro da Lua y la Barra de Kwanza que explicaremos en el siguiente punto.
Si vienes del sur, Cabo Ledo está situado a unos 220 kilómetros siguiendo una carretera asfaltada de costa que pasa por Porto Amboim y por la entrada del Quissama NP donde no tendrás que pagar ninguna entrada, ya que es una carretera pública para todos. El trayecto de Sumbe a Cabo Ledo se puede realizar entre unas 2 horas y media y 3 horas.
También puedes llegar a Cabo Ledo por el interior. Justo a unos 10 kilómetros al norte de esta población, existe una carretera que va hacia Muxima hasta llegar a la población de Catete, que se encuentra situada en la misma línea que Luanda. Esta carretera (la EN110) son un total de 173 kilómetros, de buen asfalto, y con un paisaje muy denso de árboles (pasas, en parte, por el Quissama NP) que puedes recorrer en casi 3 horas. Entonces, desde Catete ya podrás avanzar directamente hacia la región de Malanje sin tener que pasar por la capital (si quieres saber más sobre nuestra experiencia en esta región, puedes clicar aquí).
¿Qué hacer en Cabo Ledo?
Las principales actividades que destacamos a realizar si estás por esta zona son:
– Disfrutar de la belleza de la Praia dos Surfistas
La Praia dos Surfistas es una de las playas más conocidas de Angola. Se trata de una playa que se encuentra situada junto a un acantilado y desde la que podrás disfrutar de un bonito paseo por la arena mientras contemplas el paisaje que tienes a tu alrededor.
Esta zona se está empezando a dar a conocer por aquellos que practican surf, ya que dicen que las olas y la disposición de la playa son ideales para recorrerlas con la tabla de surf. Es un buen sitio para descansar, bañarte y desconectar durante tus vacaciones en Angola.
– Ver la puesta de sol desde lo alto de Praia do Surfistas o del Carpe Diem
La Praia do Surfistas está situada bajo un acantilado que da al mar. Si quieres y tienes tiempo, puedes subir hasta arriba la montaña para ver la puesta de sol en primer plano, justo delante de ti. Allí, dado que la visión está enfocada al oeste, podrás ver cómo el sol se esfuma detrás del océano Atlántico, con una puesta que seguro que no te dejará indiferente.
Si no tienes tiempo o las fuerzas necesarias para subir a lo alto del mirador de Praia do Surfistas, también puedes ver la puesta de sol desde la playa o desde el Carpe Diem, en algunos de sus columpios o mesas dirigidas hacia el mar. Un lugar mágico y especial de ese país tan desconocido como es Angola.
– Visitar la playa de pescadores de Cabo Ledo
Justo después del Lodge de Carpe Diem, encontrarás otra playa llena de barcas de madera y pescadores. Es la playa local de Cabo Ledo donde podrás disfrutar de la vida marina en todos los sentidos: podrás ver cómo recogen las redes, cómo sacan las barcas del mar, cómo las arreglan y cómo las pintan, cómo algunos pescadores descansan esperando a que llegue el nuevo turno de trabajo y cómo las familias viven junto al mar.
Cabo Ledo no es sólo un lugar idílico para turistas, sino que también es un pueblo local en el que podrás hablar con los pescadores y sus familias para entender la importancia del mar y la pesca para mucha gente de Angola, un país donde justamente una de sus riquezas más importantes proviene de los animales del mar.
– Visitar la iglesia de Muxima, junto al río Kwanza
Ya más alejado de Cabo Ledo, y hacia el interior, hay una visita que se puede realizar en un día ir y volver como es la visita a Muxima. Muxima es una de las poblaciones más sagradas de Angola por la presencia de la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, situada junto al río Kwanza.
Esta iglesia, de estilo colonial portugués del siglo XVI, fue un importante centro en el comercio de esclavos de Angola. Por eso, a su alrededor también se puede descubrir un pequeño Fort que servía para proteger este espacio. Allí, en la iglesia, los portugueses bautizaban a los esclavos antes de ser deportados hacia las nuevas colonias.
Hoy en día, la iglesia de Muxima recibe cientos de miles de peregrinos de todo el país, que vienen a hacer ofrendas a la Mamâ Muxima, donde la leyenda dice que apareció de forma milagrosa durante dos veces a principios del siglo XVI. De hecho, es la patrona de Angola y cada 8 de septiembre se celebra su festividad.
– Visitar el Quissama NP
El Parque Nacional de Quissama es el parque más grande e importante del país. Se formó como reserva en 1938, pero su historia ha sido bastante trágica debido a la caza furtiva pero, principalmente, a la guerra civil. Durante los últimos años del siglo XX y en plena guerra civil del país, muchos animales fueron abatidos y el parque se quedó casi abandonado con muy poca presencia animal. Por eso, si vas a visitar el Quissama NP verás muy poca presencia animal, pero esto cambiará en breve ya que hoy en día se está intentando conservar este espacio con la reintroducción de nuevas especies que antes ya vivían en Quissama. Un trabajo lento que esperamos que en pocos años ya dé sus frutos para poder disfrutar de fauna salvaje en un país tan completo como es Angola.
¿Dónde dormir en Cabo Ledo?
– Carpe Diem: Este alojamiento es el mejor lugar para estar si visitas Cabo Ledo y sus alrededores. Gestionado por Paulo Sergio, un hombre muy cercano con muchos proyectos y aficionado del surf, ofrece diferentes cabañas, bungalows y espacio de camping en un entorno situado en primera línea de mar. Podrás encontrar restaurantes con una muy buena comida, un personal muy atento, una piscina y diferentes hamacas para estirarte y descansar frente a la playa. También dispone de un sitio de camping situado justo en la Praia do Surfistas para aquellos que quieran acampar a primera línea de playa y en un entorno más virgen y alejado. Si quieres más información, puedes ver su web aquí.
BARRA DO KWANZA Y MIRADOURO DA LUA
A 75 kilómetros al sur de Luanda se encuentra la desembocadura de uno de los ríos más largos de Angola: el río Kwanza. Alrededor del río hay varios restaurantes y hoteles situados en este magnífico sitio ideal para la pesca deportiva. Aparte, podrás encontrar algunos animales que aprovechan la vegetación que crece alrededor del río para alimentarse como, por ejemplo, babuinos. Es un destino habitual por las escapadas de fin de semana de mucha gente de la capital Luanda. Se pueden dar paseos por el río y sus manglares, así como ir a pescar, pasear por la playa, relajarse… Una buena parada durante tu recorrido por la costa de Angola.
A unos 15 kilómetros al norte de la desembocadura del río Kwanza, encontramos unas formaciones rocosas de color ocre amarillento que chocan casi con el mar Atlántico y que son una maravilla de la naturaleza. Este paisaje que parece lunar, de ahí el nombre de Miradouro de Lua, se originó gracias a la erosión del viento y de la lluvia durante siglos.
Estos acantilados son una formación kárstica tricolor que forman pináculos afilados. Con paredes de arena y arcilla cortadas en forma de estalagmitas es un paisaje que parece totalmente de otro planeta. ¡Un espectáculo! Éste fue el escenario de la película «O Miradouro da Lua», la primera coproducción cinematográfica portuguesa-angoleña, que narra la historia de un joven de Lisboa que llega a Angola buscando a su padre que no conoce, y que al final de la película, en el grandioso escenario de Miradouro da Lua, decide quedarse en Angola.
El mejor momento para ir dicen que es durante la puesta de sol, que es cuando los colores rojizos y ocres se vuelven más potentes gracias a la luz cálida del sol. Nosotros por organización, no pudimos visitarlo en este momento, pero realmente el paisaje igualmente es precioso.
Desgraciadamente, este paisaje está en riesgo muy alto de desaparecer por la gran erosión de estos años, pero parece que ahora han comenzado las tareas de conservación. Recuerda que entre todos está en nuestras manos preservarlo, así que cuando vayas no tires basura o marques tu nombre en las paredes. ¡Es gracias a todos y a todas que este trocito de luna continuará en Angola!
¿Cómo llegar?
Para llegar a Barra do Kwanza y su desembocadura, deberás seguir la EN100 por la costa de Angola. Desde Cabo Ledo, se encuentra a unos 40 kilómetros; mientras que de Luanda está a unos 75 kilómetros. Tienes que tener en cuenta que para cruzar el puente que pasa sobre el río Kwanza, tendrás que pagar en efectivo un peaje de 500 Kwanzas por vehículo.
A 15 kilómetros al norte del río Kwanza y siguiendo la propia EN100, encontraremos el mirador del Miradouro da Lua, donde podrás parar y bajar del coche para contemplar un paisaje único y distinto de la costa de Angola. Desde allí, ya estarás casi cerca (a unos 60 kilómetros) de Luanda, la capital del país.
LUANDA
Luanda es la tercera ciudad de habla portuguesa más poblada del mundo, y una de las principales urbes del continente africano. Considerada como una de las ciudades más caras de África, allí podrás observar la gran desigualdad que existe en Angola, con avenidas y rascacielos que parecen que estés en Nueva York, pero por otro lado encuentras barrios y viviendas de chapa de aluminio donde vive la mayor parte de la población angoleña.
Luanda es una ciudad con constante evolución y muchos proyectos de inversión que la convierten en una ciudad muy atractiva para los negocios. De hecho, Angola es un país que tiene mucha riqueza, tanto de la pesca, como de los diamantes y esto hace que la capital sea un lugar donde se concentra la gente más rica del país. De todas formas, si paseas por allí y como en todas las grandes ciudades, vigila el tema robos.
Nosotros pasamos por la circunvalación de Luanda (Vía Expreso) para continuar nuestro trayecto por la costa, y no nos detuvimos en la gran capital. Muchas veces, y conduciendo nuestro propio coche durante este año sabático por África, intentamos evitar algunas de las grandes ciudades y así lo hicimos con Angola. De todas formas, si llegas en avión o quieres parar para visitar esta metrópolis, te dejamos un enlaze donde explican alguna de las principales actividades a realizar en Luanda.
PRAIA DO SARICO Y BARRA DO DANDE
La Praia do Sarico es el mayor cementerio de barcos del mundo. Se pueden encontrar más de una treintena de barcos que con el paso del tiempo se han ido destruyendo, corroídos por el viento y por el agua salada. Situado en el norte de Luanda, es una parada obligatoria si recorres la costa de Angola.
Hay diferentes versiones de cómo han terminado estos barcos en esta playa: algunos pescadores dicen que los barcos una vez abandonados en el puerto de Luanda los llevaron aquí como un vertedero, otros dicen que cuando las embarcaciones son viejas muchos propietarios de los barcos les salía más a cuenta abandonar el barco en plena mar y que las corrientes marinas lo llevaran allá donde estuviera. Y hay quien va más allá, y dice que estos barcos fueron atascados en esta playa estratégicamente durante la guerra civil, a 30 kilómetros de la capital, por el transporte masivo de armas.
Pese a no saber la explicación exacta, es verdad que en esta playa se respira un ambiente místico y curioso con la presencia de estos barcos fantasma. A medida que te vas acercando vas dándote cuenta de sus grandes dimensiones y del pasado esplendoroso que debieron de tener atravesando océanos. Algunos descansan en la arena encallados, otros seguramente están ya sumergidos bajo el mar.
Cerca de Praia do Sarico, se encuentra la población de Barra do Dande, que es una buena opción si quieres comer pescado fresco de la zona. Nosotros visitamos el restaurante de Aldeamiento Turístico Passargada ( +244 930 549 220) y comimos mufete, un plato típico de la zona que consiste en pescado a la parrilla acompañado de feijão con aceite de palma, mandioca, plátano frito y boniato que se come sobre todo los sábados o en celebraciones.
Praia do Sarico, también conocido como Cementerio dos Navios, es un lugar diferente al resto de la costa de Angola porque allí puedes observar el pasado del país a través de los barcos hundidos frente a su playa. Si visitas esa zona, ten en cuenta que está al lado de una zona militar y por tanto, mejor intenta no hacer volar drones si no quieres tener problemas con los militares.
¿Cómo llegar?
Para llegar hasta la playa do Sarico, se recomienda ir en vehículo 4×4 porque tendrás que conducir por la playa hasta llegar frente a los barcos hundidos. Desde Luanda, tendrás que tomar la carretera EN100 que va hacia Caxito. Una vez pasado el puente sobre el río Bengo, tendrás que conducir 6 kilómetros pasando junto a la Lagoa Panguila hasta encontrar un desvío donde tendrás que desviarte y seguir en línea recta y paralelo al mar durante unos 5 kilómetros más por uno camino de tierra hasta llegar a un desvío a tu izquierda. Desde allí, pasarás por una zona más pantanosa y al cabo de 1 kilómetro y 200 metros del desvío, tendrás que desviarte a la derecha, siguiendo el recorrido que te llevará hasta primera línea de la playa. Allí, lo mejor que puedes hacer es preguntar a los pescadores cómo llegar.
Para llegar a Barra do Dande, tendrás que llegar primero a la población de Sassalemba, y allí desviarte a la izquierda por la EN100A dirección el mar en un trayecto de 28 kilómetros y una carretera que, pese a tener algún agujero, está en buen estado.
NUESTRA RUTA
Nosotros viajamos por Angola en enero de 2022, cuando todavía estaba cerrado debido a la pandemia del COVID. Tuvimos la suerte de poder entrar por la frontera de Namibia, y seguimos la costa de sur a norte hasta entonces ir hacia Malanje. Hicimos muchos amigos durante nuestro trayecto, y estuvimos con ellos durante algunos días como es el caso de Namibe o Benguela. Después, al ver que no podíamos seguir más arriba, volvimos a recular para volver a Namibia y modificar nuestra ruta que teníamos prevista por el continente africano. La hospitalidad de este país nos sorprendió positivamente, así que en la vuelta a Namibia volvimos a pasar por la costa para repetir algunas paradas para saludar a los amigos. Por eso, a continuación explicaremos sólo nuestra ruta de sur a norte:
DIA 1: Después de nuestros tres primeros días en la parte tribal del sur de Angola y en Lubango, tocaba dirigirnos de nuevo hacia el mar. No lo veíamos desde el sur de Namibia, ¡así que ya teníamos ganas! Después de disfrutar del paisaje de Sierra de Leba, justo a la salida de Lubango, tocaba abandonar las montañas para ir hacia la llanura desértica de Angola dirección a Namibe, también conocida antiguamente como Moçamedes.
Llegamos a Namibe a la hora del almuerzo, tiempo suficiente para ir a la gasolinera y cargar el depósito, y almorzar en un local de un sudafricano que nos vino a saludar y, casualidades del destino, con quien acabaríamos conviviendo durante dos días en su casa de forma gratuita y por casualidad a nuestro regreso a Lubango.
Después del almuerzo, nos dirigimos dirección al Flamingo Lodge, donde nos esperaban Hannes y Simoné, los anfitriones del alojamiento y con quien organizamos la excursión para ir a Bahia dos Tigres. Una experiencia que teníamos muchas ganas de vivir, emocionados pero con respeto a la vez porque no teníamos ninguna experiencia conduciendo en terrenos de arena, y más entre las dunas y el mar. De todas formas, esta experiencia ya la fuimos cogiendo para llegar al Flamingo Lodge…¡porque dios mío qué carretera!
Paramos a bajar la presión de los neumáticos, y suerte que lo hicimos, porque la carretera era toda de fina arena, y muchas veces teníamos que hacer el camino nosotros. ¿Cuál es el truco? Pues nosotros que no habíamos conducido casi nada por este tipo de terreno, era gas y gas y más gas… De repente, cuando ya llevábamos un rato conduciendo, vimos ya el mar y el Lodge desde la lejanía. Teníamos que conducir por la playa para llegar hasta allí, así que nuestro coche hizo el último esfuerzo del día y llegamos al Flamingo Lodge.
Allí tomamos unas cervezas con Hannes y Simoné, que había cogido la malaria unos días antes y se estaba recuperando. Al día siguiente marcharíamos con Hannes, un grupo de Angola y un grupo de turcos hasta Baía dos Tigres, conduciendo por el desierto. Cuando Hannes nos dijo que la carretera para ir a Baía dos Tigres no era tan mala como la que habíamos hecho para llegar a Flamingo Lodge, ¡nos quedamos más tranquilos!
Aprovechamos para darnos un baño en la playa. ¡Volvíamos a ver el mar después de unas semanas! Nos acompañó un perro que tenía muchas ganas de jugar, y entre fotos de puesta de sol e intentar perseguir al perro, la tarde se nos pasó rápidamente.
Por la noche, desde la lejanía vimos cómo llegaban otros dos coches: eran el grupo de turcos que estábamos esperando. Resulta que en esos coches iba el embajador de Turquía en Angola, acompañado de su mujer y su hijo y de otros dos miembros de su equipo como eran el cónsul y el responsable económico. Unas personas muy agradables con las que conversar y con quien pudimos hablar sobre muchos temas y pasar un buen rato juntos.
Después de cenar, Hannes nos explicó todo el plan de los siguientes dos días, así que tocaba acostarse a una de las cabañas situadas frente al mar que al día siguiente teníamos que madrugar para estar en el punto crítico (Death Acre) cuando es marea baja y así evitar, como salían en algunas fotos, algunos coches atascados y con el agua de mar bajo sus ruedas mientras iba subiendo de nivel… ¡Que empiece la aventura!
DIA 2: Nos levantamos temprano, y después de desayunar mientras se iba haciendo de día, fuimos conduciendo hasta llegar a la población de Tômbua. Tocaba hacer de nuevo el trayecto de vuelta hacia la carretera principal pasando por la carretera de arena que habíamos hecho el día anterior, pero ahora teníamos a Hannes que nos abría el camino… Desgraciadamente, los turcos se quedaron atascados con su coche, y Hannes nos dijo que continuáramos solos hasta el desvío de la carretera. Nosotros sólo tuvimos tiempo de decir ok, porque él ya se había ido rápido con el coche para rescatar el otro coche, así que estábamos de nuevo solos ante el abismo de arena que teníamos delante. Por suerte, pudimos seguir algunas roderas del día anterior y llegamos sanos y salvos (y sin encallarnos ninguna vez) hasta la carretera principal.
Al cabo de un rato, llegaron los turcos. Finalmente, dejarían uno de los coches en Tômbua e irían como pasajeros de otro vehículo que los llevaría hasta Bahia dos Tigres. Así pues, después de parar a comprar comida en un mercado local con mucho ambiente, llegamos a la gasolinera para llenar el depósito de gasolina y bajar la presión de los neumáticos a 1. Las ruedas estaban muy deshinchadas, pero ya se trataba de esto para poder pasar rápido por la arena.
Ya estábamos todos listos para ir hacia Baía dos Tigres. El grupo lo formábamos nosotros con el coche; Hannes con su coche y un remolque donde llevaba la zodiac que nos llevaría a São Martinho dos Tigres; los turcos con uno de los coches; Ludy, un chico de Lubango que venía con su 4×4 para llevar al resto de pasajeros turcos con ellos; tres personas de Namibe que venían con su 4×4 también a realizar la ruta con nosotros; y un coche de seguridad con cuatro trabajadores que prepararían la comida y ayudarían a Hannes con toda la gestión.
Hannes sufría porque habíamos perdido bastante tiempo intentando desatascar el coche de los turcos, y íbamos un poco en retraso teniendo en cuenta el horario de las mareas. Así que fuimos rápidamente a pasar los trámites de entrada al recinto del parque del desierto del Namib de Angola, y empezamos a conducir pasando por la arena de la playa e intentando esquivar los restos del agua que venían de las olas para no llenar el coche de sal.
Cada vez que avanzábamos, teníamos las dunas más cerca hasta llegar al Death Acre y allí pasábamos por encima de arena mojada entre el mar y el desierto. La sensación de tener la inmensidad de la arena de las dunas y del agua del océano es difícilmente descriptible: era un paisaje espectacular que nunca habíamos visto de esa manera, tan salvaje, virgen, al natural, y nosotros estábamos allí con nuestro coche después de más de cinco meses conduciendo por África. ¡Qué momento de felicidad!
Después de pasar este punto crítico, fuimos conduciendo siguiendo la costa hasta llegar a un campamento de madera que tenían montado debajo de una duna del desierto. Allí dejamos los coches y mientras montaban todo el equipamiento para dormir con colchones y sacos, pudimos compartir nuestras sensaciones con nuestros compañeros de ruta.
Pocos minutos después, Hannes nos venía a buscar para llevarnos hacia la isla de São Martinho dos Tigres con la zodiac. Iríamos con dos grupos para realizar el trayecto de 30 minutos aproximadamente para llegar a uno de los pueblos que fue uno de los centros pesqueros más importantes del país pero, debido a la erosión de las olas se separó del continente y formó parte de una nueva isla en la que se ha convertido en un pueblo fantasmagórico y abandonado.
Cuando estábamos haciendo el trayecto en barca, era increíble ver la perspectiva de las dunas del desierto desde el agua. Realmente, durante nuestro recorrido por África ya habíamos pisado y habíamos caminado por el desierto, como por ejemplo en las dunas de Lamu en Kenia, en la Reserva De Hoop en Sudáfrica, o en Sesriem en Namibia; pero la vista que teníamos ese día con ese marco no la habíamos visto nunca.
Mientras nos alejábamos del desierto, nos aproximábamos hacia una isla donde se veía la silueta de una iglesia. Nos íbamos acercando y podíamos observar, cada vez con mayor claridad, las diferentes fábricas, casas y edificios de lo que era conocido como São Martinho dos Tigres.
Hannes nos dejó allí mientras iba a buscar el resto del grupo, así que pudimos andar y recorrer buena parte de la isla caminando. La primera parada fue la iglesia, un lugar muy fotogénico que destacaba en medio de ese paraje arenoso. Entramos dentro para ver el estilo decadente que tenía ese edificio. De allí, salían unas escaleras que subían hasta el campanario y desde donde se podía tener unas vistas fantásticas de lo que había sido aquel pueblo.
En Namibia, habíamos visitado Kolmanskoop en la zona de Lüderitz, un pueblo minero que estaba abandonado y casi enterrado por la arena del desierto. Y, ahora, en Angola visitábamos São Martinho dos Tigres, otro pueblo abandonado pero que al estar en una isla, todavía conservaba buena parte de sus edificios. Pudimos entrar en el teatro y ver diferentes casas, así como caminar por la arena con los pies descalzos en el agua mientras nos imaginábamos la vida que tenía aquel pueblo hacía sólo 60 años atrás… Quien hubiera imaginado hace unos 100 años ¿que ese pueblo se convertiría en una isla?
Después de estar un rato rondando por este lugar místico y lleno de encanto, nos quedamos charlando con el grupo de angoleños que también venía con nosotros: Picas, Ismael y su tío. Ellos contemplaban ese lugar con cierta nostalgia, seguramente siendo conscientes de lo que había significado por sus padres y abuelos ese lugar. De hecho, alguno de sus familiares había vivido en esa isla y ellos eran la primera vez que estaban en São Martinho dos Tigres.
Volvimos de nuevo hacia el continente y en la Baía dos Tigres, pasando antes por una zona llena de leones marinos que nadaban junto a nuestra barca. La imagen era preciosa: los leones marinos, el océano Atlántico y el desierto del Namib en una misma instantánea. Al llegar de nuevo al desierto, mientras estábamos a punto de entrar en el mar para hacer un baño, un delfín se sumó a la fiesta y empezó a nadar dando pequeños saltitos junto a la orilla. Era impresionante poder estar en ese momento y en ese lugar allí, en una zona totalmente desértica pero con mucha agua; sin ningún tipo de infraestructura pero con mucha conexión con la naturaleza; y totalmente aislados pero muy bien acompañados con aquellos animales y aquel paisaje.
Después de comer en el campamento, por la tarde teníamos tiempo libre para caminar por las dunas, tomar cervezas y disfrutar de aquel entorno único donde el tiempo parecía detenerse. Pudimos ver a un chacal que aparecía y después de subirse a una duna, desaparecía en el horizonte; y mientras Ludy intentaba llegar a lugares inimaginables que no podía subir ni con el coche de los turcos ni con su coche (a nosotros también nos pidió las llaves porque decía que con ese Toyota que teníamos podía llegar kilómetros adentro al desierto, pero nosotros preferimos no dejarle el coche ya que tenía que seguir siendo nuestra casa por los siguientes meses del viaje), nosotros aprovechamos para caminar por las dunas y observar la belleza que teníamos a nuestro alrededor: la inmensidad del mar y la infinidad del desierto en nuestros ojos.
Vimos la puesta de sol haciendo unas cervezas con los turcos (de hecho, ya llevábamos unas cuantas birras) y volvimos para cenar junto a una gran hoguera. Allí, hablamos de muchas cosas, como de música (aprovechando que Esteve había sacado el guitalele para poner banda sonora a ese momento de fuego, desierto y estrellas), de la presencia de China en África, o del futuro de Angola.
Era hora de acostarse en el campamento, con una cabaña de madera que no tenía techo pero que al menos nos protegería mínimamente del viento y del frío. Nos pusimos dentro del saco y antes de acostarse nos dijimos, como muchas veces lo hemos hecho en este viaje, que éramos unos afortunados de poder llegar a Angola a pesar de estar cerrado por el Covid, de poder coincidir en un día de luna llena, de poder viajar con nuestro coche y de poder disfrutar de esa experiencia única e increíble en el Desierto del Namib.
DIA 3: Al día siguiente, los primeros rayos de luz ya nos despertaron. Como dijo Hannes el día anterior, aquí no hace falta despertador porque te despiertas con la luz solar… Y así fue. Debíamos tener en cuenta, de nuevo, el horario de las mareas para volver por el mismo camino; así que desayunamos y recogimos antes de volver de nuevo hacia Tômbua. Pero antes tocaba hacernos una foto de recuerdo de todos los integrantes de aquella expedición.
Volvimos hacia Tômbua lentamente, como si quisiéramos que ese trayecto entre el mar y el desierto durara aún mucho más. Ahora, ya nos sentíamos unos expertos en ese terreno e intentábamos disfrutar de cada momento allí. Antes de abandonar la playa, llegamos a una zona en la que había un barco pesquero hundido, fruto de los efectos de algún temporal del que no se pudo salvar.
Volvíamos de nuevo a la civilización, y allí nos despedíamos de Hannes, de su equipo, de los angoleños y de nuestros compañeros turcos que habían sido unos grandes embajadores de viaje y con los que esperábamos coincidir en otros momentos. Nosotros, aprovecharíamos para ir a visitar paisajes distintos al desierto pero que también eran muy curiosos y que se encontraban en la zona de Tômbua.
En primer lugar, fuimos hasta El Arco donde años atrás había habido un lago de agua pero ahora debido a la sequía llevaba demasiado tiempo seco. Allí, vive un pueblo que antes se ganaba la vida con el pescado que pescaba en el lago y ahora, los que quedan, intentan sobrevivir como pueden en esa zona desértica de Tômbua. Debido a la presencia de agua que ha habido durante estos siglos y al viento, algunas rocas se han ido erosionando creando formaciones muy curiosas como un arco que da nombre a este lugar: El Arco de Tômbua.
Llegamos y dejamos el coche, y enseguida vinieron desde la distancia dos personas locales y que eran los que vivían allí para contarnos la historia de este sitio (a cambio de una libre propina). Subimos hasta el Arco en cuestión para ver la panorámica e imaginar ese lugar con agua. De hecho, aquella noche buscamos por Internet alguna foto para hacernos a la idea de cómo cambia un paisaje con o sin agua. Y, desgraciadamente, El Arco llevaba demasiado tiempo sin agua…
Después de El Arco, fuimos hasta las Colinas siguiendo un camino que marcaba el Maps.me para no volver a la carretera principal. Los caminos estaban llenos de roca, secos y áridos, donde realmente nos costaba imaginar poder vivir allí. Nos cruzamos con algunos camiones que venían de buscar piedras y arena, y al cabo de un rato, intentando seguir un cartel que estaba totalmente borrado pero que se intuía que marcaba el destino que queríamos ir, llegamos a Colinas, más conocido como Morros Vermelhos.
Allí, nos adentrábamos en un terreno lleno de formaciones rocosas que medían hasta 25 metros de altura y que habían estado durante miles de siglos esculpidas por el viento. De tierra rojizo, recibían el nombre de Morros Vermelhos por su color y forma.
Pudimos conducir totalmente solos por caminos que pasaban entre esas grandes rocas, y ver un paisaje totalmente diferente al que habíamos visto por el momento en Angola. ¿Cómo podía ser que se erigieran esas grandes piedras en esa zona? Y es que Angola es un inmenso país con una variedad de paisajes espectaculares.
Volvimos a la carretera principal, y Esteve aprovechó para hacer pipí junto al coche cuando de repente vimos un coche que se acercaba. Resulta que eran Picas, Ismael y su tío (que era el que conducía). Los dos primeros iban con una caja de cartón de vino medio vacía y fumando. Estos tres angoleños que conocimos el día antes en Baía dos Tigres eran una gente muy risueña, simpática y maja. Habíamos compartido muy buenos momentos con ellos, de risas, reflexiones, bailes, música… Y, con ese hallazgo parecía que no teníamos que despedirnos de ellos.
Los seguimos hasta Namibe y ahí nos separamos. Ellos fueron a comer a Villa Doroteia, el lugar donde nosotros acamparíamos esa noche, y nosotros aprovechamos para ir a comer al paseo marítimo de Namibe y para limpiar el coche de forma completa, es decir, con los bajos incluidos para eliminar cualquiera rastro de sal que pudiera dañar alguna parte del vehículo. ¡Todavía nos quedaban muchos kilómetros por recorrer y teníamos que cuidarlo bien!
Por la tarde, llegamos al Vila Doroteia y nos encontramos con nuestros amigos con los que continuamos compartiendo cócteles, cervezas y comida hasta bien entrada la noche. Nos dieron muchos consejos y fue muy divertido poder conocer un poco más de Angola a través de sus experiencias y, además, sin pagar nada. Como siempre, si algún día vienen a Barcelona, ¡nosotros nos comprometemos a hacer lo mismo!
DIA 4: Nos levantamos en el camping de Vila Doroteia, un lodge que estaba frente a la playa pero que lo estaban reformando. De hecho, la zona de acampada estaba muy dejada, pero durante todos estos meses, también es cierto que habíamos dormido en sitios mucho peores. Ese día tocaba dejar la ciudad de Namibe y avanzar hacia una de las playas más bonitas de Angola, como es la Praia do Soba.
Aquella mañana fuimos a visitar Baía das Pipas, una bahía con una playa gigante muy bonita. Cuando llegamos allí, nos pusimos el bañador para darnos un baño. De repente, un pescador viene y nos dice que vigilemos, que debido las restricciones del Covid, el baño no está permitido en ninguna playa de Angola. Nosotros no teníamos ni idea y nos habíamos bañado en el desierto, pero evidentemente allí no había control policial.
Y ese pescador estaba allí no para prohibirnos que nos bañáramos, sino para avisarnos de que a unos metros más allá venían dos policías que vigilaban que se cumpliera totalmente la normativa. Nos volvimos a cambiar y nos sentamos frente a la playa, mientras saludábamos a los dos policías que venían delante de nosotros. A nuestro lado, había unas cuantas barcas de pescadores que habían llegado de pasar la noche al mar y que llevaban mucho pescado que las mujeres cargaban en diferentes palanganas. Algunos también se estaban bañando, así que salieron rápido del agua al ver a la policía. ¡Otro de los efectos de la pandemia en África que nos tocaba vivir en primera persona!
Baía das Pipas fue un sitio que nos gustó mucho, porque había un ambiente muy local con muchos pescadores. Pero un poquito más al norte, encontramos la población de Mucuio que son un total de no más de 20 casas que viven frente al mar y que trabajan también de la pesca. Condujimos hasta allí, y nos detuvimos en la entrada de ese pequeño poblado para caminar por su calle principal, ver la escuela y encontrarnos con algún pescador aislado que estaba preparando redes para ir a pescar y mujeres y niños que estaban esperando a sus maridos y sus padres que habían salido con la barca a hacer el trabajo de cada día: aventurarse en el mar del océano Atlántico para ganarse la vida con el pescado que pescarían.
De Mucuio seguimos conduciendo dirección a Praia do Soba. Cogimos una carretera que marcaba el Maps.me, y realmente era una ruta en bastante mal estado, con rocas y piedras, pero con un paisaje muy bonito con el mar al lado. De repente, a la distancia vimos una línea que brillaba y cuando nos acercamos allí vimos una carretera muy bien asfaltada que salía de Namibe. Era la carretera que teníamos que tomar para seguir subiendo dirección norte a la costa de Angola… ¡Gracias Maps.me por hacernos pasar por esos caminos!
Praia do Soba y Praia Mariquita son dos de las playas más icónicas del país. Si preguntas a alguien de Angola (evidentemente, de clase alta porque son los que pueden permitirse viajar) que te diga las mejores playas del país, alguna de estas dos seguro que te dirá. Después de conducir unos kilómetros por el asfalto, llegamos al desvío que iba dirección Praia do Soba, Piambo y Praia Mariquita. Como queríamos dormir en el camping de Praia Soba, fuimos primero a ver la otra playa.
El camino para llegar, aunque sólo sean 20 kilómetros, se realizan de forma muy lenta, ya que la topografía del terreno así te obliga. Pero el paisaje es muy bonito… Llegamos a Praia Mariquita, y allí vimos un cartel que ponía que era una playa privada. Igualmente, entramos hasta la recepción y preguntamos si podíamos ir a ver la playa, y un chico nos dijo que nos esperáramos. Volvió con malas noticias: resulta que al ser una playa privada, si no consumíamos nada, no podíamos entrar. Nosotros veníamos de una Angola totalmente libre, natural y salvaje, y ahora allí, en Praia Mariquita, nos habían puesto unas normas y no podíamos ver la playa y su entorno.
Decidimos dar media vuelta, y fuimos directamente hacia Praia do Soba. Nosotros ya habíamos escrito a Andrea y Chris, los propietarios del lodge, que nos habían dado la bienvenida muy amablemente, así que hacia allí íbamos… Llegamos al recinto de Praia do Soba, que se encuentra en lo alto del peña -segado con unas vistas inmejorables de la costa angoleña. Allí, nos presentamos y después, tuvimos que dirigirnos con el coche por una pendiente muy pronunciada para bajar a pie de playa y acampar justo debajo de alguna de las rocas escarpadas. Hemos dormido en muchos sitios, pero en ninguno como aquel…
Aprovechamos la tarde para darnos un baño (sin alejarnos demasiado porque la corriente marina era muy fuerte y realmente te arrastraba mar allá), y ver la puesta de sol desde un extremo de la playa donde había una roca clavada en forma puntiaguda en medio del mar. ¡Desde allí, la puesta era impresionante! Y, después, fuimos a cocinar la cena cuando, de repente, la nevera hizo un ruido y empezó a salir humo del motor…
Enseguida, apagamos el frigorífico y miramos a ver qué pasaba. Nosotros, de tema eléctrico, tampoco dominamos, así que volvimos a probarlo y de nuevo salía humo. Algo se había quemado, no sabíamos que era pero la nevera había dejado de funcionar. Y aún nos quedaban meses de viaje… Viajar sin nevera es un inconveniente y lo hubiéramos podido hacer. El problema es que Esteve lleva allí todas las insulinas del viaje por la diabetes, y necesitaban guardarse en un lugar frío. Así que fuimos a dejarlas arriba el lodge de Praia do Soba, pensando en encontrar una solución para los siguientes días.
A pesar de este último incidente con la nevera, ese día habíamos descubierto uno de los tesoros de Angola: la Praia do Soba que está en un lugar remoto y rodeado de acantilados. ¡Sin duda, una de las playas más bonitas de toda la costa!
DIA 5: Nos levantamos pronto en la playa de Praia do Soba para ir a andar un poquito junto al mar y tomar algunas fotografías. Parece mentira cómo los colores de los acantilados y las rocas pueden cambiar del día a la tarde… Después de recoger todo el coche, seguimos haciendo ruta. Queríamos ir a dormir a Benguela para así poder buscar una solución al tema de la nevera; pero antes pasaríamos por Piambo, que se encontraba a cientos de metros al norte de Praia do Soba pero que para acceder debías dar una vuelta de aproximadamente una hora en coche. Es lo que tiene cuando te encuentras con una costa escarpada y llena de acantilados.
Cuando llegamos a Piambo, no sabíamos que ese día viviríamos una de las escenas donde hemos tenido más miedo del viaje. Nos habían dicho que había unas piscinas naturales que se formaban en marea baja, así que dejamos el coche cerca de la playa de Piambo y bajamos desde lo alto del acantilado. Allí, había unas mujeres que estaban lavando ropa justo al lado de los humedales. Nos intentamos comunicar con ellas con portugués, pero no lo hablaban demasiado; así que avanzamos por los humedales en busca de estas piscinas.
Si eran piscinas junto al mar, no podía ser que estuvieran tan adentro. Justo cuando nos estábamos planteando dónde podríamos encontrarlas, apareció una mujer con su hija en la espalda y, por suerte, nos pudimos entender y nos dijo que la seguíamos, que ella también iba hacia la zona de las piscinas. Volvimos a pasar delante de las mujeres que estaban haciendo la colada, y seguimos la costa, pasando entre rocas y subiendo a acantilados hasta llegar a un faro. Desde allí, las piscinas estaban a pocos cientos de metros dirección al sur.
La mujer nos enseñó desde arriba dónde estaban las piscinas. Resulta que su marido estaba pescando peces también en esa zona, y ella le iba a ayudar. Fuimos a buscar el coche para acercarlo a donde estábamos, ya que el calor empezaba a ser sofocante, y bajamos para bañarnos en las piscinas naturales de Piambo.
Allí podíamos ver varias… Algunas ya estaban cubiertas por el agua, ya que ese día las olas eran fuertes; y otros, todavía estaban tranquilas. Era bonito disfrutar de un lugar como aquél, donde oías el ruido y la fuerza del mar, pero tú estabas protegido dando un baño en el espacio que había entre las diferentes rocas. Sólo tenías que estar pendiente de algo: los erizos.
Cuando llevábamos un rato en el agua, relajados, no nos dimos cuenta de que desde el mar venía una ola que era mucho más grande que las demás. Nosotros, estábamos de espaldas oyendo el ruido del mar, hasta que vimos que el pescador que estaba en lo alto de unas rocas se levantaba de golpe.
En ese instante que deberían ser pocos segundos, una ola sobrepasó el dique natural de las rocas y llegó hasta las piscinas, arrastrando con toda la fuerza todo lo que había delante de él. Y allí, estaba Esteve, a quien arrastró unos metros más allá dirección a las rocas. Por suerte, Esteve tuvo tiempo de protegerse la cabeza aunque recibió algunos golpes de las rocas que se convirtieron en azules y arañazos. Laia, afortunadamente, estaba más lejos aunque también recibió algunes golpes.
Después de esta primera ola, Esteve salió como pudo, con las chanclas también flotando sobre el agua del impulso de aquella ola. Era hora de huir de esas piscinas, donde el peligro no eran sólo los erizos, sino también la fuerza del mar. Y es que siempre, siempre, debe tenerse respecto al mar. Y, viajando en la costa de Angola, todavía más.
Después de ese susto que por suerte acabó en nada, decidimos marchar y hacer camino hacia Benguela. La ruta pasaba por unas poblaciones muy bonitas como Bentiaba y Lucira; con una carretera que estaba sorprendentemente nueva y asfaltada. Luego, de Lucira hacia el norte había 85 kilómetros de tierra que pasaban en medio de montañas. Nos adentrábamos hacia dentro, y dejábamos por unos momentos la costa que era inaccesible de poder verla a menos que fueras en barca.
El paisaje después de Lucira era muy diferente: montañas y caminos de tierra que hacían temblar el coche, lleno de camiones y obras (intentando asfaltar todo ese trazado); grupos tribales como los mucubal que caminaban en busca de agua por sus pastos; un horizonte en el que podías visualizar los siguientes kilómetros; y mucho calor. Comimos en un rincón a medio camino, y cuando volvió el asfalto, nos enamoramos de una población: Dombe Grande.
Dombe Grande se encuentra situada a unos 60 kilómetros al sur de Benguela, y es un pequeño oasis de agua y vegetación en todo el paisaje que habíamos visto, de momento, en el sur de Angola. Antes de llegar, puedes contemplar el pueblo desde lo alto de una colina; y después la carretera va siguiendo unas curvas hasta bajar al pueblo de Dombe Grande que cruzas de por medio si vas a Benguela. Allí pudimos ver unas casas muy bonitas, con gente muy sonriente que hacían vida en la calle, y al final un río lleno de vida: no sólo agua, sino niños que jugaban, mujeres que lavaban ropa, hombres que se duchaban… Una escena muy bonita durante nuestro recorrido hacia Benguela.
Como nos entretuvimos un poquito en Dombe Grande, llegamos tarde a nuestro encuentro en Benguela. Habíamos quedado con Tozé, un contacto que nos dio de Windhoek, para estar en su casa una noche. Nos escribíamos por WhatsApp (cuando había cobertura) y le dijimos que quedaríamos a las 18h. El problema fue que nosotros íbamos media hora tarde.
Antes de llegar a Benguela, paramos en una esquina de la carretera para llenar el depósito con el bidón extra que llevábamos y así asegurar que llegaríamos bien a nuestro destino final, cuando de repente vimos dos motos que pasaban y que se detuvieron: eran Tozé y Copper, con quienes habíamos quedado, y que al no llegar se habían preocupado y habían venido a encontrarnos. Después de saludarnos con el motor puesto en marcha, los seguimos hasta llegar al Tudo na Brasa, un restaurante situado antes de la ciudad, y donde hicimos cervezas y tapas mientras explicábamos el viaje y compartíamos aventuras y anécdotas.
Después de hacer varias veces la cerveza «de la porta», fuimos finalmente a casa en Tozé, donde conocimos a sus vecinos y estuvimos charlando hasta altas horas de la madrugada. En principio, nuestra intención era estar una noche en Benguela, ¡pero finalmente nos estuvimos toda una semana!
DIA 6-7-8-9-10-11: Tozé y Copper son dos personas muy majas que hemos tenido la gran suerte de encontrar en nuestro camino. Nos han recibido como si fuéramos su familia, y les estamos muy agradecidos. Nos decían que quien llegaba con ellos a Benguela, no se marchaba tan fácilmente; y así fue.
Fuimos más días a hacer cervezas en el Tudo na Brasa; un día cocinamos una paella para todo el grupo; otro día nos enseñaron a cocinar el Calulu, uno de los platos típicos angoleños; nos ayudaron a buscar una solución por la nevera del coche (que finalmente no pudimos arreglar porque era un problema del compresor); fuimos a pasear por Praia Morena mientras hacíamos una bebida al atardecer; una noche pudimos compartir música con Zebeato, un músico de Angola con quien tuvimos una gran velada; visitamos la playa de pescadores de Baía Farta; Tozé nos llevó a conocer Lobito; fuimos a descubrir algunas de las playas de Benguela como Praia Caotinha o Baía Azul, donde pudimos gozar de un baño en aguas cristalinas… En resumen, en Benguela vivimos unos días increíbles rodeados de toda esta gran familia.
Durante esa semana, tuvimos otra muestra más de la gran hospitalidad que vivimos durante nuestra estancia en Angola. Ahora, en Benguela, tenemos algunos amigos con los que reencontrarnos en Angola o en algún otro rincón del mundo. ¡Gracias!
DIA 12: Era hora de decir adiós a Benguela… Aunque en ese viaje, volvimos a pasar. Y, después, en Namibe y Tômbua nos volvimos a encontrar todos: nosotros con el coche y el grupo de “Motards Rebeldes” con las motos. Tocaba seguir descubriendo la costa de Angola y la siguiente parada estaba en Cabo Ledo.
Por el camino, pasamos por Sumbe, una zona que visitamos cuando bajábamos de norte a sur y que destaca por las Cascadas de Binga, unas cascadas muy bonitas que se forman en el río Keve y donde pudimos zambullir la cabeza bajo el agua; y las grutas de Sassa, unas cuevas escondidas en las afueras de la ciudad que recorrimos con la compañía de diferentes niños que nos enseñaron el camino y con quienes pudimos descubrir un lugar misterioso pero bonito.
Pero ese día, nosotros no paramos en Sumbe porque ya hacía días que Paulo Sergio nos esperaba en Carpe Diem… Como en Benguela íbamos diciendo “va, una noche más”; entonces teníamos que avisar a algún otro sitio con el que habíamos hablado de que nos retrasábamos un día. Y, de Cabo Ledo, habíamos oído muy buenas referencias, así que hacia allí fuimos directamente.
Llegamos a Cabo Ledo por la tarde y pudimos disfrutar de un paseo por otra de las mejores playas del país: la Praia dos Surfistas. Con la compañía de dos perros, caminamos durante la puesta de sol y nos hicimos un baño, en un sitio que invitaba totalmente a la relajación. Después, hicimos una buena cena y fuimos a descansar en un sitio idílico.
Carpe Diem era el lodge de Paulo Sergio, y allí nos había ofrecido una habitación para nosotros. Entre semana, este alojamiento suele estar bastante vacío, pero los fines de semana se llena de gente que viene de la capital a disfrutar de la belleza de esas playas de Cabo Ledo. Después de la hospitalidad de Benguela, ¡tocaba disfrutar de la tranquilidad de la costa de Angola!
DIA 13: Aquel día aprovechamos la mañana para trabajar en nuestra página web desde una oficina que era la piscina y las hamacas que estaban en primera línea de playa. Realmente, encontrar lugares así durante el viaje se agradece, ya sea para descansar de tanto conducir como también para avanzar en el proceso de dar a conocer el continente a todos aquellos viajeros que se animen a descubrirlo.
Después de una mañana de trabajo, fuimos a dar una vuelta hacia la otra playa: la playa del pueblo de Cabo Ledo donde pudimos ver la vida diaria de los pescadores. Como en Baía das Pipas o en Mucuio, allí los pescadores sacaban las barcas del mar, algunos pintaban las maderas y otros descansaban en la arena de playa. Era bonito ver cómo en un mismo lugar donde a un lado hay una de las consideradas playas más bonitas de Angola, también hay una playa de vida local muy recomendable a visitar.
Por la tarde, tuvimos la suerte de poder conversar con Paulo Sergio, el propietario de ese alojamiento que tenía muchas ideas en la cabeza. Fue una velada muy bonita a su lado, compartiendo su tiempo y toda su experiencia, y un día muy tranquilo y muy ameno en Cabo Ledo, a tan sólo 113 kilómetros de distancia de Luanda, una de las capitales más pobladas del continente africano .
DIA 14: Finalmente, para terminar nuestro primer recorrido por la costa de Angola de sur a norte, ese día tocaba decir adiós a Carpe Diem (volvimos a ir durante nuestra vuelta a Namibia). Habíamos quedado con Raquel y Fabio, una pareja de angoleños, en Luanda para ir a descubrir con ellos la zona de Praia do Sarico y el Cementerio dos Navios; y después, por la tarde, ya queríamos ir camino hacia la región de Malanje, para descubrir Pungo Andongo y las cataratas de Calandula, las más espectaculares que hemos visto en África.
Antes de llegar a Luanda, atravesamos el puente de la desembocadura del río Kwanza, uno de los más largos del país; y paramos junto a la carretera principal para ver el Miradouro da Lua. Aquí pudimos ver un paisaje totalmente lunar, con pináculos afilados de arena y arcilla cortados en forma de estalagmitas y el mar de fondo que forman una escena totalmente de otro planeta. Además, a primera hora no había nadie así que pudimos gozar plenamente de un tipo de paisaje único que todavía no habíamos visto durante nuestro recorrido en Angola.
Después de esta parada en el Miradouro da Lua, ya se iba viendo que nos acercábamos a la gran capital. Empezamos a ver más coches, gasolineras, casas hacinadas y mucha gente caminando por la carretera. Los amigos de Benguela nos habían dicho que vigiláramos a la hora de cruzar a Luanda ya que íbamos con un coche de matrícula extranjera que podía ser un caramelo para mucha gente… Así, que paramos antes a poner gasolina, y quedamos con Raquel y Fabio en la Vía Espresso de Luanda.
Cuando llegamos allí, nos los encontramos con su coche 4×4 y los seguimos hacia el norte de Luanda. Atravesamos por las afueras de la ciudad contemplando desde la distancia los rascacielos del paseo marítimo y una ciudad que es una de las metrópolis más caras pero más importantes del continente africano. Y, evidentemente, con el tráfico, aunque fuera un sábado, también se notaba…
Después de casi más de una hora conduciendo, llegamos a un cruce de un camino de tierra y seguimos hasta llegar a una playa en la que había unos pescadores arrastrando redes desde la propia orilla. Allí, Fabio nos comentó de si habíamos conducido por arena y nosotros, contentos y orgullosos de haber ido a Baía dos Tigres y al desierto del Namib, le dijimos que sí y que ya bajábamos la presión de las ruedas. Los seguimos conduciendo por la playa hasta que llegamos a un lugar donde había muchos barcos pesqueros (algunos bastante destartalados) hundidos frente a nuestros ojos.
Era increíble ver todas esas naves allí. Algunas versiones dicen que están ahí como un vertedero de barcos; otros porque las embarcaciones eran viejas; y otros, porque fueron un punto estratégico para llevar armas durante la guerra civil. No sabemos a ciencia cierta cuál es la versión correcta, pero lo que es seguro es que todos aquellos barcos allí hundidos han vivido muchas historias y guardan muchos secretos.
Aún no os hemos hablado de Raquel y Fabio. Esta joven pareja de portugueses que trabajan en Angola nos empezó a seguir a través de Instagram porque ellos también tenían pensado hacer un viaje de un año por África. Entonces, cuando entramos en Angola, los escribimos para poder encontrarnos y compartir así experiencias juntos. Estaban con todos los preparativos, aún no habían dicho nada en el trabajo pero se les veía muy ilusionados con su proyecto…
Cuando estábamos en el Cementerio dos Navios, Fabio sacó un dron y empezó a hacerlo volar por encima de los barcos… Realmente, las imágenes aéreas que se podían hacer iban mucho más allá que cualquier foto de nuestra cámara. Nos pusimos en nuestro coche para hacer unas imágenes desde el dron con los barcos cuando, de repente, aparecieron dos hombres desde la playa que nos hacían señales en la mano y nos iban gritando.
Como nosotros éramos el primer coche, nos detuvimos; y ellos enseguida, y de muy malas formas, empezaron a reclamarnos que estábamos en una zona militar y que no podíamos hacer volar drones. Nosotros nos hacíamos el tonto, pero el militar enojado y dando patadas a la rueda, nos hizo bajar y recular. Nos pidió el pasaporte, y nosotros le dimos sólo una fotocopia ya que no nos fiábamos de esos dos hombres.
Raquel y Fabio también bajaron para mostrar que las imágenes que habían grabado sólo eran de los barcos, para convencerles de que nos dejaran seguir avanzando. Pero ellos decían que esa zona era privada y que no podía pasar nadie. Mientras estaban discutiendo en portugués con los militares (nosotros no nos pusimos mucho), oímos como de repente un coche que venía gritaba: “¡Mira, un coche con matrícula española!”. Allí dentro había un chico y dos chicas que trabajaban en ICEX (la empresa pública que se encarga de ayudar a empresas españolas para exportar) de Angola y que habían venido a visitar también la playa de Sarico. Les explicamos rápidamente la situación, y dieron media vuelta conscientes de que allí podían tener problemas.
Afortunadamente, el problema con los militares se resolvió de la siguiente manera: Fabio se marchó con uno de los hombres a ver al general, pero regresó antes porque le pidieron algún dinero para dejarnos marchar y devolver los pasaportes. Y, así, es como pudimos salir de ese lugar… ¡a la africana que dirían muchos!
De todos modos, habíamos podido disfrutar de aquellos barcos varados en el mar y ahora tocaba subir aún más arriba hasta Barra do Dande donde comimos unos platos locales muy buenos mientras conversamos con Fabio y Raquel sobre consejos del viaje, cosas que nos habían pasado, los planes que tenían y los lugares que más nos habían gustado… ¡Y, realmente, Angola y la costa de Angola era uno de esos!
Tras dos semanas recorriendo buena parte del litoral del país, tocaba ir hacia la región de Malanje. ¡Dejábamos el océano Atlántico para adentrarnos en una parte más tropical del país, pero durante aquellos días en la costa hicimos grandes amigos, vivimos experiencias únicas, vimos playas increíbles y disfrutamos como nunca de Angola!
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