Zimbabwe es un país con una de las ruinas mejor conservadas del continente como Great Zimbabwe. Allí habitaba uno de los reinos más poderosos del sur de África entre los siglos XII y XV;  que tenía en sus minas de oro y su agricultura una de las fuentes de riqueza más importantes de la zona.

Pero después la historia cambió y este fantástico país se convirtió en una fuente de conflictos debido principalmente a la riqueza de las minas y la agricultura. Primero, con el imperialista Rhodes, un hombre que hizo fortuna en el sector minero, que creó el país de Rodesia (actual Zimbabwe) y que quería unir a todo el continente africano a través de una línea de tren, aunque eso significara aniquilar a la población negra local. Y, en segundo lugar, con Mugabe, uno de los dictadores más longevos de la historia que llevó a Zimbabwe a la independencia pero que con su política de expropiación de tierras a los blancos, también lo llevó a la pobreza.

A continuación, resumiremos la historia de Zimbabwe desde el siglo XIX (si queréis saber más sobre los siglos anteriores podéis clicar aquí y leer el artículo sobre el imperio de Great Zimbabwe) partiendo de estos dos personajes tan controvertidos de la historia moderna africana.

Cecil Rhodes, el imperialista ferroviario

Rhodes fue una de las personas más ricas e influyentes de África del siglo XIX. Nació en 1853 en una familia de once hermanos. Era un niño que estaba casi siempre enfermo: no destacó en la escuela por su nivel deportivo ni académico. En 1870, por prescripción médica, fue a parar a Natal (Sudáfrica) en la granja de su hermano. Se ve que el médico dijo que el tiempo de Inglaterra le afectaba a sus pulmones y que la mejor solución era marcharse de allí.

Al poco tiempo de establecerse en Sudáfrica, Rhodes se trasladó a la población de Kimberley, donde encontró un lugar en el negocio del diamante que empezaba a surgir en esta parte del continente africano. Allí, se unió a dos amigos suyos que serían sus futuros socios: Charles Dunell Rudd y Alfred Beit.

Pese a que regresó a Europa para finalizar sus estudios en Oxford, no tardó en regresar a Kimberley, donde compró unas concesiones a las que nadie le daba valor alguno. Pero a Rhodes, ¡la suerte le sonrió!  En esa zona que era de su propiedad empezaron a brotar una gran cantidad de diamantes, convirtiéndolo en uno de los hombres más ricos del planeta. En marzo de 1888, fundó con sus dos amigos y socios la De Beers Consolidated Mines Limited, que actualmente es una de las empresas de diamantes (con sede en Canadá) más prósperas del mundo, controlando buena parte de las concesiones mineras de  África.

Rhodes también entró en política, siendo el primer ministro de la Colonia del Cabo desde 1890 a 1896. Participó activamente en diferentes luchas contra los bóers con el fin de limitar su área de influencia, y así trabajar por la expansión imperio británico.

Con el dinero que obtenía de las minas de diamantes, Rhodes se convirtió en un hombre muy poderoso, con unas aspiraciones imperialistas cada vez más ambiciosas. La más conocida, la voluntad de unir a África de norte a sur a través del ferrocarril. Rhodes quería conseguir unir las ciudades de Ciudad del Cabo y El Cairo y, para ello, financiaba caravanas de soldados para ir conquistando los diferentes territorios que encontraba por el camino.

Convenció reinados como el del rey Lobengula (Zimbabwe) para que firmaran contratos con él dejándole la libertad absoluta para explotar el territorio en busca de diamantes. Prometía, a cambio, muchas cosas que nunca llegaba a cumplir. En 1890 fundó la British South Africa Company (BSAC) para continuar con la expansión del imperio británico en África.

Para él, su sueño pasaba por encima de cualquier contrato o disputa. En 1893, echó el reinado del rey Lobengula, plantando la bandera británica en Bulawayo, un punto estratégico desde donde empezaría a construir diferentes líneas de ferrocarril para seguir con su proyecto imperialista. Allí, fue donde descubrió la zona de Matobo (si deseas descubrir esta zona, puedes clicar aquí), y donde decidió que si moría, su deseo era que lo enterraran allí, en el World’s View desde donde, según  él, estaba en lo alto del cielo.

Su praxis consistía en la supremacía de la raza blanca sobre la raza negra. Para él, los negros eran unos idiotas y sólo servían como mano de obra barata y esclava.  Algunos de sus diarios recogen algunos de sus pensamientos como cuando tenía 23 años y escribió: “Mi principal objetivo en mi vida es ser útil en mi país.  Si Dios tiene un plan, debemos saber primero cuál es la raza que Dios ha escogido como suprema para llevar a cabo este plan.  Incuestionablemente, esa raza es la blanca.  Y dentro de la raza blanca, el hombre angloparlante, ya sea británico, americano, australiano o sudafricano, ha demostrado ser el mejor instrumento del plan divino para desarrollar la justicia, la libertad y la paz en la más amplia extensión posible del  planeta.  Por eso, yo dedicaré durante el resto de mi vida a los propósitos de Dios y le ayudaré a que el mundo sea inglés”.  En 1877, Rhodes escribió: «Afirmo que somos la primera raza del mundo, y que cuanto más del mundo habitamos, mejor será para la raza humana. Imagínense aquellas partes que actualmente están habitadas por el ejemplar más despreciable de ser  humano, ¿qué?¿Habría una alteración en ellos si se pusieran bajo influencia anglosajona… si hay un Dios, creo que lo que le gustaría que hiciera es pintar lo máximo posible del mapa del África británica roja..”  Y en 1894, en el parlamento de Ciudad del Cabo, Rhodes dijo sobre el voto de los negros que:  “en cuanto a la cuestión del voto, decimos que los nativos son en cierto modo ciudadanos, pero no del todo ciudadanos, todavía son niños….”

Continuó su proyecto formando el país de Rodesia, que era formado por la actual Zimbabwe, Malawi y parte de Zambia y Botsuana. De todas formas, nunca vio cumplido su sueño porque se encontró un Congo belga muy resistente y porque la tipología de terreno (selva) y fauna (animales salvajes) pusieron trabas a las construcciones de las líneas ferroviarias.  Murió en 1902, sin ver inaugurado el puente icónico que cruzaba el río Zambeze y que es la frontera actual entre Zambia y Zimbabwe.

Rhodes fue un personaje muy influyente en la historia del sur de África. Consiguió crear un imperio y un país que llevaba su nombre, pero sus formas aniquilando a la población negra y relegándola a la nada le llevó a convertirlo en una persona muy polémica.  En los últimos años, su figura ha vuelto a estar en los temas de actualidad. En el año 2015, los estudiantes de la universidad de Ciudad del Cabo (una de las más prestigiosas del sur de África) se movilizaron para retirar la estatua de la universidad que homenajeaba a Rodes.  Pese a recibir la negativa por parte del rectorado, ellos decidieron destruir igualmente la estatua de Rhodes. Además, en muchas ciudades africanas donde se encuentran estatuas de este imperialista británico, también han aparecido pintadas con el lema «Fuck Rhodes» para protestar de la actitud y comportamiento racista y supremacista que tuvo contra la población negra.

Muchos estudiantes negros se niegan a recibir la beca Rhodes para ir a estudiar a Oxford;  y buena parte de la población negra de Zimbabwe ha protestado para retirar el cuerpo de Matobo Hills (con muchas similitudes a la polémica generada por la exhumación del cuerpo del dictador Franco de un sitio público en España). De todas formas, el gobierno de Zimbabwe no lo considera oportuno de momento porque, como nos dijo un trabajador negro de Matobo, Rhodes también es, desgraciadamente, parte de la historia de ese país.

Tras el deceso de Rodes, el país continuó siendo gobernado por personas de origen británico hasta que en 1980, el país logró la independencia y Robert Mugabe entró a formar parte del gobierno.

Mugabe, uno de los dictadores más longevos de la historia mundial

Robert Mugabe entró en fuerza en la escena pública cuando fue el líder de la Unión Nacional Africana de Zimbabwe (ZANU) a partir de los años 60 y participó en la guerrilla contra el dominio de la minoría blanca en Rodesia durante la Guerra de  Liberación del país (1964-1979).  Llevó al país a la independencia en 1980, y por muchos, era considerado un héroe.

De todas formas, durante sus casi 40 años de gobierno, muchos le vieron como una figura muy polémica llena de excentricidades como las que se pueden leer aquí en el apartado de curiosidades.

En 2000, Mugabe tomó una de las peores decisiones que ha acabado afectando a la totalidad de la población de Zimbabwe.  Expropió todas las tierras que los blancos tenían en Zimbabue. Para él, éstos debían pagar por tantos años de ocupación y colonialismo. Y, ahora más tarde, las tierras deberían pasar a manos de los negros.  Obviamente, el ojo por ojo y diente por diente no funcionó.

Zimbabwe era un país que exportaba muchos productos que provenían de las tierras de estos blancos que, pese a tener un color diferente de piel, eran tan de Zimbabwe como cualquier persona de raza negra. Al quitárseles las tierras, las exportaciones empezaron a descender drásticamente. Las tierras fueron a parar, principalmente, a población negra que formaba parte del gobierno o del círculo más cercano a Mugabe; pero muchos ellos no tenían ni idea de agricultura ni de cultivar, así que éstas empezaron a ser abandonadas.

Muchos trabajadores negros que antes trabajaban por los propietarios blancos se encontraban ahora sin trabajo y muchas veces eran perseguidos por el propio gobierno de Mugabe. Todo esto, supuso un aumento considerable de la pobreza, que intentó ser contrastado con una política monetaria de impresión en masa de dinero. Esto llevó al país a tener una de las mayores hiperinflaciones de la historia (aquí podéis saber más sobre la parte económica de Zimbabwe) y la población local se empobreció cada vez más.

Mugabe, después de casi 40 años de reinado, dimitió de forma inmediata en 2017 del gobierno después de recibir presiones de todo tipo para que se fuera y para evitar una guerra civil en su país. Huyó del país que ahora es gobernado por Emmerson Mnangagwa, uno de sus hombres fuertes del dictador. Robert Mugabe murió a la edad de 95 años en Singapur y su legado siempre quedará manchado por su corrupción, sus excentricidades, la expropiación de tierras y el incremento de pobreza en el país; aunque hay quien lo ve como el héroe que liberó a Zimbabwe de la minoría blanca que lo gobernaba.